EL EXTRANJERO
El extranjero
ELIZABETH COSTELLO
J. M. Coetzee
Seeker & Warbug
Londres, 2003
230 págs.
En ocasiones los escritores se cansan de contener multitudes y, entonces, se inventan personajes que los contengan a ellos. La venerada y casi octogenaria escritora australiana cansada de tanto movimiento Elizabeth Costello es la máscara escogida por el sudafricano J. M. Coetzee (Cape Town, 1940) para ofrecernos su visión del mundo atrincherado en los ojos de una mujer cansada de ser quien es pero convencida de que jamás podría haber sido otra cosa. El personaje Elizabeth Costello está conformado con materiales dispersos publicados previamente en revistas y papers, llegando a incluir la totalidad de La vida de los animales (1999), publicado por Coetzee en forma de pequeño libro. Partes sueltas de una mujer que, por fin, acceden a la integridad de un todo inseparable por más que —desde el mismo sumario— Coetzee defina a Elizabeth Costello no como una novela en el sentido clásico del termino sino como “ocho lecciones” seguidas por un poscriptum y secuela epistolar invocando aquella carta de Hugo von Hofmannsthal. De hecho, en más de una ocasión, Coetzee ha ofrecido y leído en público partes de este libro donde, aclara, lee lo que piensa otra cuando todos saben que lo que piensa otra es aquello en lo que cree Coetzee. Y no importa lo que sea Elizabeth Costello o como se la quiera definir. Lo que sí importa es que se trata de otra obra magnífica –algunos ya le están pronosticando el Booker, el tercero para Coetzee; otros aseguran que ahora sí, por fin, llegará el Nobel que lo viene acechando desde hace unos años– e inconfundiblemente escrita por quien la firma. Aquí está, otra vez, esa prosa de palabra justa, ese pesimismo árido y a la vez fértil, ese perpetuo fluctuar entre la acción y la reflexión mientras esta sufrida mujer se arrastra de una conferencia a otra, recibe premios, es contratada para “amenizar” a los supuestamente cultos pasajeros de un crucero o sufre una suerte de epifanía creativa durante un congreso de escritores en Amsterdam, se mete en problemas al comparar las masacres animales con el holocausto judío y vaya adonde vaya es seguida de cerca por la sombra de Kafka y la idea del escritor como artista siempre hambriento. Elizabeth Costello se lee como se si observaran polaroids o postales cada vez más precisas y angustiantes; porque se sabe que El Tema de Coetzee es, siempre, las muchas formas de la angustia.
Como muestra de todo esto alcanza y sobra con “Realism”, la magistral y primera de las lecciones. Allí Elizabeth Costello es acompañada por un fiel y un tanto rencoroso hijo en uno de sus viajes. Le van a dar una medalla y buen dinero. Mientras Elizabeth Costello soporta a periodistas y académicos haciéndole preguntas acerca de The House of Eccles Street (su novela más famosa, una suerte de reescritura del Ulises de Joyce desde el punto de vista de Molly Bloom), su hijo intima con una fan de su madre y, después del sexo, comprende algo que jamás había comprendido a lo largo de tantos años. De regreso, en el avión, el hijo contempla a la madre durmiendo con la boca abierta y roncando. “No, se dice a sí mismo, yo no salí de ahí adentro, no puede ser.” Seguro que Elizabeth Costello diría lo mismo si le tocara sentarse junto a un escritor llamado J. M. Coetzee.
Rodrigo Fresán