Domingo, 8 de enero de 2006 | Hoy
NOTICIAS DEL MUNDO
Un periodista español, Fernando Guijarro, reflotó en estos días una incógnita que nunca obtuvo respuestas claras: la ubicación de los restos del poeta García Lorca, que fue fusilado por los franquistas en 1936. Guijarro declaró que, pese a lo que se suponía, su cadáver no se encuentra en el barranco de Víznar (Granada) en una fosa común, ya que la familia desenterró el cadáver del poeta, tras pagar 300.000 pesetas como rescate. Por supuesto, el misterio de los restos de Lorca no es nuevo. “Aunque se han publicado numerosos libros y estudios sobre los hechos que rodearon la muerte del poeta, subsiste la incógnita de dónde está exactamente su cadáver”, dijo Fernando Guijarro. Y las preguntas se acumulan, ya que hay una persistente negativa por parte de los descendientes de Lorca a permitir que se desentierren los restos para analizarlos. Y ahí está el punto que más intriga a Guijarro, ya que además algunos familiares de los que fueron fusilados con él, como Dióscoro Galindo, Joaquín Arcollas Cabezas y Francisco Galadí Melgar, quieren recuperar sus cuerpos y darles una sepultura digna, por lo que presentaron una solicitud legal para abrir la fosa donde estaban enterrados todos los cuerpos, aunque finalmente la Junta de Andalucía respaldó la negativa de los herederos de García Lorca. Guijarro no ofrece respuestas al respecto. La hipótesis que sí formula con cierto poder de argumentación es que luego de efectuar el pago, los familiares volvieron a enterrarlo en Huerta de San Vicente, una finca familiar, lo cual ya había sido pensado por Manuel Titos en su obra Verano del 36 en Granada. En otro de los libros que abordan el asunto, Ian Gibson escribió que: “Lo que pasó exactamente no lo sabremos, pues el comandante Valdés (por entonces gobernador de Granada que habría pactado con la familia Lorca la recuperación del cadáver) se llevó los secretos a su propia tumba”.
La obra teatral completa de Mario Vargas Llosa, que según declararon los responsables es mucho menos conocida y valorada que el resto de sus trabajos, sale a la luz reunida por primera vez en un solo volumen, a finales de enero. Con el módico rótulo de Teatro, la editorial Alfaguara junta de una vez y para siempre a La señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La chunga (1986), El loco de los balcones (1993) y Ojos bonitos, cuadros feos (1996), cinco obras cinco sobre la familia, el amor, el orgullo, el destino y la muerte, que además traen solapada una reflexión sobre el papel de la ficción en la vida. Por otro lado, los encargados de la publicación dejaron en claro que reunir su obra teatral significa indagar en la interesante identidad de un autor imprescindible.
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