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Domingo, 18 de abril de 2010

Realismo socialista

“La literatura prerrevolucionaria a menudo lloraba la triste suerte de los actores, músicos y pintores nacidos siervos. Pero, ¿quién, en la literatura actual, ha suspirado por aquellos jóvenes y muchachas a los que no les fue dado pintar sus cuadros y escribir sus libros? La tierra rusa engendra en abundancia a sus propios Platonov y a sus Newton de mente ágil, pero con qué atroz sencillez devora a sus hijos.

El teatro y el cine suscitaban en Iván Grigorievich tristeza y angustia, le daba la impresión de que alguien le obligaba a mirar fijamente el escenario y no le dejaba salir. Muchas novelas y poesías le provocaban una insoportable sensación de fastidio, casi como si quisieran meterle algo en la cabeza. Le parecía que en los libros se describía una vida diferente, desconocida para él, donde no existían barracones de máxima seguridad, ni jefes de brigada, ni vigilantes, ni delegados operativos, ni sistemas de pasaporte, ni ninguno de aquellos sentimientos, sufrimientos y miedos que experimentaban los hombres a su alrededor.

Los escritores inventaban a la gente, sus ideas y sus sentimientos, inventaban las habitaciones donde vivían, los trenes en los que viajaban: la literatura que se llamaba realista no era menos convencional que las novelas bucólicas del siglo XVIII. Los koljosianos, los obreros y las campesinas de la literatura parecían emparentados con aquellos aldeanos bien ataviados y esbeltos, con aquellas pastorcillas de cabellos rizados que tocaban el flautín y bailaban en los prados entre blancos borreguitos adornados con cintas azules.”

Fragmento de Todo fluye.

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