Yo sabía que iban a descontar el 95 por ciento de lo que había contado en mi discurso y eso fue, seguramente, lo que pasó. No me preocupa, estoy habituado a que desacrediten parte de lo que digo. La que empezó con eso fue mi madre, antes de que yo tuviera siete años. Sin embargo, durante toda mi vida, hubo y hay un sustrato de verdad en lo que cuento y entonces lo que cuento tiene lo suyo. Todos los que me conocen saben cómo extraer una joya de lo que cuento, cómo cavar para sacarla a la luz. Mi madre era diestra en esa arte. Cuando yo tenía siete u ocho, o diez o doce años de edad –no más– un vecino le dijo: “¿Alguna vez cree algo de lo que dice este chico?”. Mi madre le dijo: “El es la fuente de la verdad, pero una no puede extraer toda la verdad con un solo balde”. Y agregó: “Conozco su promedio y por eso nunca me engaña. Le descuento el 30 por ciento de adorno a lo que dice y el resto es pura e invalorable verdad”.
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