› Por Guillermo Fadanelli
Todo esto viene a caso tan sólo para expresar lo siguiente: los delitos que persigue la ley no son los mismos que persigue la literatura, en caso de que la literatura se diera a la tarea de constituirse como un tribunal que posee atribuciones coercitivas, lo cual es a todas luces un despropósito.
La obra de Bryce Echenique es extensa y por sí misma es fundadora de un mundo personal que es aportación y estímulo a las artes, abre horizontes a la creatividad humana; y al ser una voz original cultiva la imaginación y la diferencia. Haber plagiado unos cuantos artículos debido a condiciones que no conocemos del todo bien es un hecho que yo no me atrevería a condenar desde mi condición de escritor. El plagio es un delito y quien lo comete debe responder por él ante las víctimas y las autoridades civiles, no ante un tribunal literario. Pedir que se le retire el premio de la FIL a este escritor a raíz de cometer un delito menor (comparado con la importancia y vastedad de su obra), que además se dirime en los tribunales propios del caso, es una exageración. El retiro de un premio es en realidad lo menos importante cuando se le compara con el placer del linchamiento y el juicio apresurado de que somos capaces. Se lo quiere someter a una condena no de orden razonado o civil, sino religioso. Ya imagino que en el futuro las instituciones estatales o privadas dejarán de otorgar premios literarios a los escritores pecadores, a los que han consumido drogas, a quienes no han pagado impuestos, a los adúlteros o a quienes tienen deudas con el banco.
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