Domingo, 28 de abril de 2013 | Hoy
El País de la Canela es el relato que el narrador hace a Ursúa en su encuentro en Panamá. Ambos han recorrido ya muchos caminos y arrostrado peligros que lograron conjurar. Pero sobre el narrador pesaba, como sobre todos los que habían ido en la expedición de Orellana, la acusación de que habían traicionado a Gonzalo Pizarro. Ursúa le salvó la vida cuando alguien quiso vengarse por mano propia, y esa especie de gratitud selló una amistad, aun si más de una vez el narrador tuviera que reconocer con espanto de qué era capaz Ursúa, en particular cuando ideó el modo de asesinar a los negros sublevados. La idea de que no sólo el oro sino también las especias aseguraban riqueza, hizo que se montara una enorme expedición en busca de un bosque enorme lleno de esa planta. Sólo que, en el camino que iba desde las alturas montañosas en descenso, los españoles iban a toparse con un río inconcebible, esa serpiente sin ojos que se adueñó de ellos y cuyos pobladores alimentaron todavía más sus creencias con la historia que ellos así quisieron entender, de las amazonas. Lo que aconteció en ese largo viaje fue para el narrador una indeleble marca, un viaje que nunca pensó repetir, en particular por la visión del genocidio perpetrado por Gonzalo Pizarro. Pero, como se ve en cada una de las novelas, un drama de destino, trágicamente se juega, y domina vida y muerte de cada uno de tantos personajes.
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