Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
Por Laura Galarza
1350 pinturas metidas en una valija. Es toda mi vida, le dice Charlotte Salomon a su médico, y le pide además que las oculte de los alemanes. El tiempo –un villano que juega en su contra– se acaba. Ella no lo sabe aún pero lo presiente: los nazis vienen a llevársela. Dos años antes, aquel mismo hombre, su médico, la había alentado a pintar. Que confiara en su talento, le había dicho. Entonces ella pintó frenéticamente durante dieciocho meses metida en ese cuarto de hotel, tan parecido a una celda. Quería contarlo todo. “Tengo que ahondar aún más en la soledad”, se había dicho a sí misma sabiendo que era la única forma de pintar como se debía. Ahora, dentro de esa valija, la obra está por fin a salvo. Lista para viajar en el tiempo.
El total de la obra de Charlotte Salomon (Berlín, 1917-1943) se conserva desde 1971 en el Museo Histórico Judío de Amsterdam (se puede ver la muestra virtual en el site del museo www.jhm.nl) luego de que su padre Albert Salomon –renombrado médico e investigador pionero del cáncer de mama– y su esposa, la cantante lírica Paula Lindberg lo cedieran a través de la Fundación Charlotte Salomon. Resulta impactante ver en Internet la entrevista que en 1963 dieron ambos para Pariser Journal contando cómo fue que finalmente el médico de Charlotte le pasó las pinturas a Ottilie Moore, una norteamericana que les había dado refugio a Charlotte y sus abuelos entre 1939 y 1942. Y cómo por ella reciben el legado de su hija.
La principal obra de Charlotte Salomon es Leben? oder Theater? (¿Vida? o ¿Teatro?) y que representa una pregunta que ella se hace sobre la existencia: “¿Esto es vida o teatro?”. Son 800 pinturas ordenadas en continuidad, donde Charlotte Salomon cuenta toda su vida. Al modo de una novela gráfica, la obra resulta un verdadero desafío estético: tiene imagen, texto y música. Encima de cada pintura, Charlotte colocó una hoja semitransparente con un texto corto que remite a la imagen y algunas contienen indicaciones sobre qué música acompaña a la representación. La obra se asemeja a un guión cinematográfico donde el pincel opera como un zoom haciendo foco o tomando distancia. Los personajes van cambiando su expresión de acuerdo con lo que dicen, rodeados de palabras pintadas. La música opera como en una película para acentuar emociones dentro de una escena o por el contrario, las melodías son opuestas al clima de la pintura generando un efecto de contraste irónico. Todo hecho con pocos materiales y combinando solo colores primarios (no se sabe si por elección o falta de recursos).
En 1981, el Museo Histórico Judío presentó 250 obras formando una secuencia narrativa que impresionó a críticos de todo el mundo. Más tarde fue expuesta en la London Royal Academy, con un catálogo completo de la obra, también en el Gugenheim de Bilbao como parte de una exposición del arte durante el período de guerra. Hoy, a raíz de la novela de David Foenkinos, su obra se redescubre de manera más masiva y justa. Acaba de realizarse una muestra en Niza que captó la atención de toda Europa.
La primera escena de la vida de Charlotte representada en Leben? oder Theater? –y que marcará a fuego su destino– se ubica en 1913. Sobre el papel de esa primera pintura escribe: “Un día de noviembre Charlotte Knarre deja la casa de sus padres y se lanza desde un puente al agua helada”. Aquella Charlotte era su tía, hermana de su madre, que al igual que la abuela materna, se suicida. Esto deja a la madre de Charlotte sumida en un sentimiento de culpa que no podrá extirpar jamás, hasta suicidarse ella también, arrojándose por la ventana de la casa de los padres cuando Charlotte tenía 7 años. La familia le dice que su madre murió de gripe y ella así lo cree hasta los 22 años, cuando su abuela se tira desde otra ventana. Charlotte y sus abuelos estaban refugiados en Villefranche-sur-Mer, al sur de Francia. Hasta allá la enviaron sus padres que permanecieron en Alemania hasta luego refugiarse en Holanda y paradójicamente salvar sus vidas. Entonces fue su abuelo, ahí mismo, todavía con el cuerpo de la abuela caliente, quien le confiesa que la madre de Charlotte también había muerto suicidándose. Charlotte cree enloquecer al verse como esos vivos que cargan con la muerte de otro sin saberlo. Entonces decide comenzar a pintar.
En el epílogo, sobre la última pintura, escribe: “Y al despertar del sueño vio toda la belleza a su alrededor, vio el mar, sintió el sol, y sabía que tenía que desaparecer por un tiempo de la superficie humana y hacer cualquier sacrificio con el fin de crear su mundo de nuevo desde las profundidades”.
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