Hay que remar
Por Daniel Divinsky *
Para poder decir con certeza cuánto crecieron nuestros costos de producción habría que datar la respuesta con precisión: no sólo la fecha en que se emite sino también la hora. Hasta hoy, 12 de abril a las 15.30, sería entre un 50 y un 60 por ciento, según el tipo de libro. La disminución de ventas en el país en el primer trimestre del 2002 con relación al mismo lapso del año pasado es de alrededor del 45 por ciento. Y esto comparado con otro año que ya era malo... Los precios de nuestros libros aumentaron a partir del 10 de abril un 20 por ciento como promedio: eso no absorbe los nuevos costos, pero era imposible pretender trasladarlos de una sola vez ante una demanda tan deprimida y empobrecida. Cobrar a algunos (muchos) clientes se ha convertido en la tarea más creativa que hay que desarrollar en la Editorial (últimamente, porque la variedad de obstáculos dilatorios, a veces motivados en causas reales, y otras en la acendrada práctica del ciclismo que alienta la expectativa inflacionaria, obliga a ejercer la imaginación para vencerlos. No obstante no hemos reducido el plan de producción teórico –para eso siempre hay tiempo–, pero de las nueve novedades que debían aparecer para la Feria saldrán sólo tres. En realidad, hay que sumarles los cuatro títulos publicados entre noviembre y diciembre pasados, que fueron más fantasmas que aparecidos en medio de la incertidumbre y el espanto ambiental. Desde hace bastante tiempo hubiéramos debido disminuir el personal estable, pero nos abstuvimos de hacerlo por razones exclusivamente sentimentales, ante el panorama de desocupación insoluble que se les plantearía a los excluidos. No sabemos cuánto tiempo más se podrá mantener esta situación. Sí se ha dejado de dar trabajo a colaboradores externos habituales, precisamente por disminución del ritmo de producción y al encargar esas tareas a la “mano de obra subocupada” interna. No hemos rescindido ningún contrato de compra de derechos pero, previsoramente, en todo el año pasado compramos solamente un libro de Derrida, Fe y saber, que saldrá este año. El resto será todo de producción nacional. Y aunque la devaluación permitió reducir en algo los elevados precios en dólares que venían teniendo todos los libros argentinos para la exportación, el aumento de los costos ligados igualmente a insumos dolarizados (papel, tintas, planchas de impresión, cola de encuadernación), la retención impositiva sobre las exportaciones –que se paga por adelantado–, la falta de certeza acerca de cómo se liquidarán los pagos que recibamos del exterior, y el plazo fijado para el ingreso de esas divisas, muy reducido tratándose de libros, que se cobran usualmente en términos más largos, conspiran contra la posibilidad de aumentar las exportaciones. Ninguna política se diseñó ni se vislumbra para apoyar desde el Estado descuartizado al sector editorial. Los colegas del exterior nos compadecen... y prefieren ofrecer sus títulos interesantes a editoriales de países que tienen una moneda.
* Director editorial de Ediciones de la Flor.