Sábado, 28 de abril de 2007 | Hoy
CON NOMBRE PROPIO
Las piezas de cerámica de Tikal están a medio camino del utilitario y el objeto decorativo y seducen por su aspecto inacabado y su maravilloso uso del color.
Por Luján Cambariere
La historia de la dupla que conforma Tikal es la de muchos que se hicieron emprendedores pos crisis 2001. Una –Mónica Naftal– abogada (profesión que abandona después de 30 años de ejercicio) pero ceramista de vocación con estudios varios en su haber. Y la otra –Vera Feldman–, decoradora de interiores especializada durante años en P.O.P. a través de una empresa de exhibidores y puntos de venta. Una amiga es la encargada de reunirlas, con el objetivo de que moldearan su sueño en común. Uniendo voluntades y no pocos esfuerzos, nació Tikal, taller y etiqueta de utilitarios y piezas decorativas en cerámica con un tratamiento y paleta de colores especial que hoy es su marca registrada.
“Arrancamos fuerte en el 2004. Hasta ese momento, Mónica se dedicaba a una cerámica más escultórica, bellísima, pero que el mercado no reclamaba. En otros lugares del mundo la cerámica tiene el status de las Bellas Artes, pero éste no es el caso en la Argentina. Así que juntas decidimos ampliar esa cosa escultórica y decorativa y encarar el tema de los utilitarios pero de forma original”, cuenta Feldman. Para eso, utilizan pasta de loza, un material especial para hacer vajilla, un poco más duro y resistente que la arcilla tradicional, que trabajan de un modo particular. “Básicamente le hacemos una textura especial a la parte inferior de cada pieza, donde utilizamos óxido, ya que el esmalte lo usamos solo por dentro. Así que la primera diferencia de Tikal es esta versión que hacemos de no esmaltar toda la pieza, sino de dejar una cosa rústica por fuera y color por dentro”, detalla Feldman. Y continúa: “Además, las nuestras son piezas artesanales. Se hace todo por modelado (ni torno, ni colada). Una vez que el bizcocho está seco, va al horno a 1040 grados y después se le coloca el color y se vuelve a hornear. La cerámica es sumamente noble, pero a nivel producción, el proceso es lento, difícil y con mucho desperdicio. En la etapa del secado ya hay muchas que se empiezan a rajar, romper o deformar. Y una vez que entran al horno, también hay sorpresas, pero esto también es lo maravilloso del material”, detalla. Para el color, otra de las señas particulares de la firma, mezclan diferentes esmaltes. De esa alquimia nacen vibrantes rojos, verdes, violetas, naranjas, amarillos y turquesas. “Esa, sin dudas, es otra cuestión que nos diferencia. De esa mezcla y muchas veces del óxido que se traspasa y va dejando algunas huellas, surgen nuestros colores medio manchados. Así como los bordes verdosos, conjunción del óxido con el esmalte, que le da esa aura especial a todas las piezas.”
¿El primer producto? “Fueron los bowls redonditos para ensaladas, arroz, sopas y cazuelas, que cuando yo los vi me parecieron cocos rotos, así que los bautizamos Cocobols. De entrada nos encantó esa estética como medio rota, que salió casi jugando. Salvo las bachas de baño, todas las piezas juegan con eso. Así, hoy tenemos platos, ensaladeras, fuentes, bandejas, todo tipo de cuencos, sets de sushi esmaltados especialmente en blanco, negro y rojo, y piezas más grandes, como centros de mesa de 38 a 55 centímetros de diámetro. Comenzamos con los utilitarios, que era lo que pedía el mercado y ahora, paradójicamente, nos empiezan a pedir piezas más decorativas. Es que nuestros productos van bien en ambientes muy net, de diseño absolutamente moderno, aportando el toque de color o en un lugar rústico. Nosotros buscamos lo imperfecto. Eso es lo que nos distingue y nos encanta. Salir de la convención. Obviamente con la imperfección propia de la pieza hecha a mano. Una cualidad que podés amar u odiar, pero nunca ser indiferente a ella”, remata Naftal.
* Tikal: Bonpland 1622, 4771-4149, www.tikalceramica.com.ar
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