Sábado, 3 de septiembre de 2011 | Hoy
Por Facundo de Almeida
“El Pensador” es una de las obras más representativas del escultor francés Auguste Rodin. La primera presentación pública de esta escultura se realizó en la exposición Monet-Rodin de la Galería Georges Petit en 1889 bajo el título: “El pensador, el poeta, fragmento de la puerta del infierno”. Se reconocen en la actualidad como originales veintidós grandes bronces (fundición de Alexis y George Rudier, y de AA. Hébrard) pero sólo ocho de ellos fueron realizados en vida de Rodin. La tercera se encuentra desde 1907 en Buenos Aires y es la única de América del Sur.
La pieza está en la Plaza Lorea, a 200 metros del Congreso, y fue comprada por el pintor, crítico, periodista e historiador Eduardo Schiaffino, fundador de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y director del Museo Nacional de Bellas Artes. Schiaffino fue enviado por el Honorable Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires a París en julio de 1906 para adquirir estatuas para lugares emblemáticos de la ciudad. Schaffino vio “El Pensador” en el Panteón parisiense y le encargó un ejemplar al escultor para colocarla en las escalinatas del Congreso.
Esta información surge de la pormenorizada investigación que realizó hace unos años la entonces diputada porteña Teresa de Anchorena, para fundamentar un proyecto de ley, que le encomendaba al Poder Ejecutivo porteño suscribir un convenio con el Congreso para que la obra retornara al emplazamiento que originalmente tenía previsto. La ubicación actual, fuera de escala y de contexto, se debió a que al llegar la escultura al país, el edificio del Congreso no estaba terminado. Este incumplimiento del propósito para el cual se compró la obra e incluso de los deseos del propio artista, motivaron un airado reclamo de Schiaffino –ya fuera de la función pública– que en 1927 escribió que “han pasado veinte años y todavía la obra maestra continua sacrificada. En esa plaza inmensa, parece una mosca sobre un billar”.
Ya han pasado 104 años desde que la escultura arribó a Buenos Aires y tres desde que la Legislatura porteña sancionó la Ley 2932, que ordenaba el traslado de la obra para cumplir con su emplazamiento original y porque en el lugar actual está en peligro. Luego de la sanción de la ley, el Gobierno de la Ciudad pagó una costosa restauración, pero nunca cumplió con el traslado. La gravedad de este incumplimiento quedó demostrada esta semana, porque la obra apareció completamente pintada de rojo –como dio cuenta Página/12 el martes– con un deterioro mucho mayor que el que presentaba en el momento en que se aprobó su traslado.
El gobierno porteño la limpió rápidamente, pero esto fue un gasto que no debió ser necesario y es además un riesgo y deterioro irreversible, por el progresivo desgaste de la pátina original realizada por Rodin. Si se hubiera cumplido la ley, la escultura estaría restaurada, resguardada y bien emplazada.
En su momento, Anchorena gestionó el asesoramiento gratuito del prestigioso restaurador Antoine Amarger, del Museo Rodin, para llevar adelante esa tarea, con el traslado a cuenta de la Embajada de Francia. Esto tampoco se pudo concretar porque el convenio entre la Ciudad y el Congreso nunca se firmó. Los responsables son los que pintaron la escultura y quienes incumplieron con sus deberes de funcionarios públicos al no cumplir con la ley.
“El Pensador” es una escultura de primer nivel internacional, y cualquier país desearía tener una en su patrimonio. El gobierno porteño pregona la tan mentada capitalidad cultural de América latina, pero deja esta obra tapada por un mástil barato, al lado de un pelotero y un puestito de choripán. No es suficiente salir corriendo a limpiarla cada vez que el tema llega a los diarios, lo urgente e imprescindible es cumplir la ley y ponerla a salvo.
El abandono al que aludía Schiaffino se agravó. La pieza de Rodin sigue mal emplazada, totalmente fuera de escala en relación con las dimensiones de la plaza y de los otros monumentos que lo rodean, y en peligro.
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