Sábado, 15 de octubre de 2011 | Hoy
En Barracas festejan un triunfo legal y lamentan que arruinen el Lanín. En Floresta la Defensoría del Pueblo le pide a Espacio Público que haga cosas básicas. Y en Villa del Parque marchan contra Villa Cemento.
Por Sergio Kiernan
La Legislatura está dando alegrías a los que quieren a esta ciudad. El jueves 6 de este mes aprobó dos paquetes espléndidos, el que expande la protección de Area de Protección Histórica a la city porteña y el que crea, al fin, el mecanismo de venta del potencial constructivo, lo que no sólo hace al patrimonio más rentable sino que cierra la avivada de la “excepción” gratuita. Este jueves siguió la trifecta, cuando se votó en segunda lectura, en forma final y por unanimidad la baja de alturas de un sector de Barracas.
Los vecinos de Proteger Barracas estaban muy felices, porque es el primer logro amplio, de jurisprudencia, en su lucha por salvar nuestra principal colección de patrimonio edificado. Como se sabe, los especuladores inmobiliarios descubrieron que pueden poner de moda este rincón del sur porteño. Después de todo, está cerca del Centro, tiene dos autopistas a mano y las propiedades demolibles están baratas. Barracas, de hecho, sigue legalmente en el viejo limbo de la dictadura, que propiciaba la destrucción de edificios como medio de progreso. Con lo que esta ley tiene un efecto ejemplificador, además de salvar una serie concreta de edificios y un paisaje urbano.
Pero el festejo en estos temas raramente dura mucho, porque los especuladores rondan buscando su alimento. Cholulamente, se fijan en lugares “conocidos” y su nueva víctima es el Pasaje Lanín, intervenido por el artista Marino Santa María y pegadito a donde se hizo una Casa FOA. El plácido pasaje ya perdió dos de sus casas viejas y bajas, una en cada punta, y una obra matrera ya se está alzando.
El Lanín tiene apenas cuatro cuadras, es estrecho y adoquinado, pero tiene zonificación E3, la del “progreso” que permite pasar los 20 metros de altura. En el número 8 ya se ve el esqueleto hormigonudo de algo que seguramente tendrá “amenities” o se promocionará como un oasis en un barrio tranquilo y verde que llega para arruinar con sus 23 metros de altura. En la otra punta, el número 189 sigue mostrando su fachada pintada, pero adentro ya no hay nada, con lo que la casa es virtual y sólo valen los veintipico de metros de aire.
Como siempre, el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales hizo lo suyo. Resulta que la cuarentena de casas de esta callecita son todas anteriores a 1941 y el CAAP las desestimó a todas. Ni una siquiera se ganó la estima de estos urbanistas, con lo que Lanín puede ser demolida completamente y transformada en un cañón oscuro de veintipico de metros de altura.
En otro sector de Barracas, la Defensoría del Pueblo porteño intervino para controlar una obra comercial que abarca tres predios sobre Martín García, Jovellanos y Uspallata para un supermercado, autoservicio, patio de comidas y “feria infantil”. La obra tiene un cartel que indica que se hará una “demolición total y obra nueva”, pero uno de los edificios es anterior a 1941 y otro está directamente catalogado como “inmueble singular”. La contradicción es tal que ésta es de hecho la segunda intervención de la Defensoría. En la primera, la Dgroc envió planos y papeles, incluyendo el registro de permisos del 9 de septiembre de 2009. Pero en ninguna parte aparecía que se hubiera tenido en cuenta la antigüedad y estatus de los dos edificios mencionados. Con lo que la segunda intervención pidió que se informe si Interpretación Urbanística intervino en el caso, como autoridad de aplicación del tema patrimonial. En fin, un papeleo desprolijo...
Uno de los festejos que hacen los vecinos cuando reciben un Area de Protección Histórica en su barrio es que pasan a tener las herramientas legales para limpiarlo de cartelerías. En esta ciudad, los carteles nos tapan, literalmente, y son un recurso para perezas diversas, como tapar equipos de aire acondicionado mal puestos o cajas de cortinas metálicas. Como en un APH se restringe y por mucho lo que los comerciantes pueden hacer, la zona recupera un aire de limpieza visual. Quien lo quiera comprobar, que se dé una vuelta por la avenida Callao, libre ya de marquesinas por ser APH.
Pero como el macrismo es un fenómeno cosmético, light, que piensa la ciudad en términos de country, estas leyes se aplican de forma despareja. En Callao se limpió hasta de prepo, a grúa y cuadrilla, la cartelería remolona. Pero en el APH de Floresta esta ley, pese a ser idéntica, sigue sin aplicarse. ¿Será que los funcionarios de la Ciudad viven todos en la zona norte, con lo que usan Callao pero medio se olvidan de que existe Floresta?
A principios de mes, la Defensoría del Pueblo porteño que encabeza Alicia Pierini emitió una resolución dirigida al ministro de Espacios Públicos Diego Santilli, por pedido de los vecinos de Floresta. Estos vecinos le pidieron al defensor adjunto Gerardo Gómez Coronado que los visitara para ver el estado de sus adoquinados, lo que es una muestra más de la sofisticación a la que llegan los porteños en el cuidado de su espacio urbano.
Gómez Coronado fue, vio y envió a Oficina Técnica de Arquitectura y Urbanismo de la Defensoría, que elaboró un informe, sobre lo encontrado, el 701/OTAU/2011. A nadie sorprenderá saber que las calles del APH Floresta exhiben la colección incoherente de asfalto, empedrado y empedrado malamente emparchado con asfalto ya típica de Buenos Aires. Pero resulta que los vadenes reglamentarios faltan en muchos sectores, hay una notable cantidad de canteros de vereda rotos y vacíos, puro yuyito y tierra sin árbol, y pese a ser un APH se hicieron veredas de cemento peinado, la nueva pasión macrista.
Los miembros de la Oficina Técnica encontraron además que sobre la avenida Avellaneda, ahora un centro comercial, campean las marquesinas, que nadie en el gobierno porteño parece notar. Para peor, ni está completo el listado de inmuebles catalogados incluidos en el APH, lo que puede dar pie a todo tipo de travesuras.
El defensor adjunto recomendó, con treinta días de plazo, que el ministro Santilli revierta los parches de asfalto en las calles empedradas y haga reparaciones con adoquines, como corresponde, y que repare las muy baqueteadas veredas de la Floresta histórica con baldosas calcáreas, también como corresponde. También pide que se planten árboles en los canteros vacíos y se construyan vadenes en los cruces donde se necesitan.
Esto es un documento notable: un ombudsman tiene que hacer un informe técnico y una recomendación para que un ministro de Espacio Público haga el más mínimo gesto de mantenimiento del espacio público...
Cerquita nomás de Floresta, el barrio de Villa del Parque comienza su pelea por salvar su fisonomía y su estilo de vida. Dueño de una de las más bonitas estaciones ferroviarias de esta ciudad, la Villa es uno de los barrios de la expansión urbana de Buenos Aires a principios del siglo pasado cuando se lotearon las últimas chacras entre los pueblos viejos –Belgrano, Flores, la posta de Primera Junta, el “kiosco” de La Floresta y la Buenos Aires vieja que terminaba por Callao– que ahora formaban el ejido urbano. Como su nombre lo indica, el barrio nació verde y jardinero, con casas bajas y una fuerte vocación de baja densidad.
Lo que se fue largamente a los famosos caños gracias a la proliferación de torres y torrecitas, que se tragaron sectores enteros. Sobre las avenidas y en un cluster alrededor de la estación ya ni se ve el cielo, y Villa del Parque no tiene defensa en el código urbano. No extraña entonces que la ONG más activa se llame Villa del Parque Verde y ayer haya organizado una marcha vecinal en Cuenca y Tinogasta para evitar que “nazca Villa Cemento”.
Lo curioso del asunto es que la marcha fue también en apoyo del proyecto de ley 1267 del diputado Martín Hourest, que zonifica en especial un polígono del barrio, y de una resolución de la Defensoría del Pueblo. Que los vecinos apoyen una ley no es tan llamativo, pero que se movilicen por una resolución de la defensora porteña es realmente un síntoma de la situación en que vivimos. La resolución en cuestión es la 2357, firmada en septiembre por Alicia Pierini por iniciativa de su adjunto Gómez Coronado, que recogió la inquietud del vecino Jorge Guerra. El tema son los dos edificios de la avenida Jonte 3222 y 3280, que se recuestan, avivados, sobre los viejos pasajes de ese sector.
Esta es una picardía más de tantas, lo de construir edificios grandes haciéndole sombra a los pasajes que quedan atrás. Esta manzana de Jonte, Cuenca y Campana es completada por el Pasaje Dantas y dividida por el Granville. El lugar está cargado de historia, porque el Granville se llamaba Normandía y era conocido universalmente como La Puñalada. Su vecino, el Dantas, es tan viejo que nunca fue nivelado y sigue mostrando el relieve original de este rincón de Santa Rita, con lo que los chicos que van a su escuela tienen que subir varios escalones y la vía es peatonal por fuerza geográfica.
Las trece casas que se alzan en el lado afectado del Granville tienen hasta adobe en sus cimientos, con lo que empezaron a temblar con las nuevas obras y recurrieron a la Justicia. Así lograron la suspensión de los permisos de obra otorgados el 22 de febrero y el 4 de abril de este año para los dos edificios. Pues la resolución de Pierini y Gómez Coronado simplemente le pide al director general de Registro de Obras y Catastro Guillermo García Fahler que estas suspensiones sigan en pie hasta que se estudie el impacto de los mamotretos sobre sus vecinos.
No es mucho pedir, ¿no?
Para terminar con una alegría, hay que apurarse a visitar el Museo Nacional de Arte Decorativo. Siempre es una alegría recorrer el viejo palacio de los Errázuriz, dueño de una recámara creada por Josep Sert, de ambientes canónicamente elegantes y piedras talladas e incrustadas por todo su patio central. Pero esta vez hay un caramelo adicional, la muestra de acróteras griegas del siglo 19 y 20 que coleccionó un hombre seguramente feliz, Vasileios Tsitouras.
Las acróteras son esas piezas ornamentales del estilo clásico que siguen rematando techumbres y esquinas, o alzando todavía más pórticos y pedimentos en las ruinas griegas. Pero resulta que volvieron con fuerza como elemento ornamental en el neoclasicismo de la Grecia nuevamente independiente. Esta muestra es un deleite para los que gusten del objeto constructivo concreto, con sus piezas de terracota hechas a mano y plenamente sumergidas en la cultura de su país.
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