Sábado, 16 de agosto de 2014 | Hoy
Argentores está vendiendo una de sus sedes, el impecable, bonito y coqueto petit hotel de la calle Montevideo 696. El edificio es una belleza de otros tiempos más elegantes, con una gran entrada de herrería de doble hoja, dos pisos airosos y, pasando una cornisa ornada, una mansarda de altura completa. La casa está firmada con orgullo por Eugenio Casterán y muy bien mantenida por sus dueños actuales. Las únicas penas son su fachada pintada y sus persianas de metal reemplazadas por cortinas de enrollar, pero en esta Buenos Aires limada y gastada no hay que esperar milagros. Como el edificio tiene una cautelar en firme porque es considerado “singular”, no se debe temer que termine demolido, al menos legalmente. Pero resulta que el bueno de Casterán le puso a esta residencia un detalle literalmente único, que no tiene par en la ciudad. Quien se acerque al lugar verá que cada hoja de la puerta de entrada y la noble herrería del ventanal de planta baja tiene como ornamento una máscara de bronce. Estas piezas recibieron, por su materialidad única, un tratamiento de privilegio en el libro Las máscaras de Buenos Aires, el catálogo publicado por el editor de este suplemento. Y la alarma es que el próximo dueño del petit hotel no sea tan respetuoso como Argentores de este detalle.
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