Floresta y Flores son barrios con gente sanamente obcecada, como los del colectivo vecinos x sendas verdes. Son los que hace una década se obcecaron con el borde del ferrocarril Sarmiento, por aquel entonces un potrero lineal con algunos árboles. Los vecinos querían que los parquizaran, y bajo Jorge Telerman lograron después de mucho cinchar que hicieran el tramo entre Nazca y Cuenca. Bajo Mauricio Macri la cinchada fue todavía más dura –la diferencia entre un frívolo y un especulador inmobiliario– pero lograron que la parquización llegara de Cuenca a Joaquín V. González. Ya bajo las comunas, los vecinos terminaron el tramo llegando a la calle Oliveri.

Pero el PRO se tomó su venganza a tanta molestia proponiendo un puente “rulero”, un enorme aparato urbano que a extenderse por dos cuadras, de Nazca a Helguera, uniendo los dos lados de la vía, de Venancio Flores y Yerbal. En lugar de hacer un sapito, en lugar de trabajar seriamente con el gobierno nacional para hacer un soterramiento, querían construir este carísimo grupo de rampas, zigzags, terraplenes, como el que se puede apreciar cerca de Caballito. Todo era tan absurdo, que le informe de impacto ambiental se hizo en verano, un febrero, para que hubiera menos gente y menos tránsito. Y hasta se truchearon las actas de las audiencias públicas, borrando o “editando” a los que se oponían más.

Los vecinos vieron parte de su apreciada parquización –en el barrio el verde es más que escaso– cerrada con un alambrado y las reducciones de calzada ocasionaron accidentes absurdos, como el del colectivo que se subió a la vereda y chocó con el balcón del primer piso de una casa antigua. Pero esta semana, los vecinos x sendas verdes –que sigue la pelea de los casi inexistentes Salvar a Floresta– se alegraron porque vieron bajar el cartel de obra, vieron desarmar los galpones de obrador, vieron en resumen que se desistía del bodrio. Una buena para la Comuna 7, aunque todos vigilan a ver qué quieren hacer ahora con esa tierra.