Sábado, 25 de abril de 2015 | Hoy
CON NOMBRE PROPIO
Angela Corti se dedica al diseño de superficies. La ilustración al servicio de objetos que embellecen el cotidiano.
Por Luján Cambariere
Hermoso el mundo ilustrado por manos como las de Angela Corti, diseñadora gráfica de profesión, devenida ilustradora con los años. Es de esas que embellecen todo lo que tocan. Diseño de superficies que aplica a un sin número de objetos. Desde personajes y vegetación de la comunidad Mbyá de Misiones, a animales patagónicos en extinción que se trepan a los zapatos y carteras de las colecciones de la diseñadora Valeria Nicali. También hay leyendas de nuestro folklore en su propia línea de vajilla en porcelana Dicomo, creada junto a su hermano, o vasos para la empresa Tupperware. En plus, ilustra para editoriales varias y como artista desarrolla obra que exhibe en Argentina y el mundo inspirada en los temas más diversos, del carnaval al amor incondicional por su abuela.
¿Cómo la diseñadora gráfica dejó paso a la ilustradora?
–Me recibí de diseñadora gráfica en la UBA en el 2000. Trabajé diez años. Tuve mi estudio sola, otro con una socia, mientras en simultáneo siempre pinté, hice collage, serigrafía y un día dije basta y me empecé a dedicar a ilustrar. Más por placer que por otra cosa. Después tuve una marca de vajilla de porcelana ilustrada con mi hermano, Dicomo, y ahí empecé a aplicar la ilustración en objetos.
¿Cómo es tu estilo a la hora de ilustrar?
–Yo creo que una marca importante en mi trabajo de artista es el collage que va siempre acompañado del dibujo de línea. Eso a nivel estilo. Y después me gusta mucho esto de lo fantástico y los mitos. Me gusta mucho viajar y conocer otras culturas. Así que investigo y aplico. Ahora estuve un mes en Asia y volví con la cabeza llena de ideas. Me interesó todo lo relacionado a los elefantes y demonios. Porque otra cosa que dicen de mi estilo es que tengo como una línea entre oscura y naïve al mismo tiempo.
¿Cómo es el trabajo para empresas?
–Con Valeria Nicali ya es la tercera colección que hacemos juntas. La verdad es una experiencia muy linda porque justamente como yo, tanto en los productos como con mi obra personal, busco contar historias, nos complementamos muy bien. El año pasado fuimos a hacer un trabajo a Misiones a una comunidad. Fueron momentos hermosos. De ahí salieron las nenas tomando mate, las casitas. Poder contar la experiencia real a través de la ilustración fue hermoso. Y este año nos fuimos a Junín de los Andes para la colección suya de telar, a una comunidad Mapuche, con Cruzada Patagónica.
¿Por qué crees que ahora las marcas convocan tanto a ilustradores?
–Un poco porque se puso de moda. Y sobre todo porque es una forma de darle valor, porque muchas veces no hay diseño en el producto. Otro trabajo que me encantó hacer fueron los vasos con tapa para Tupperware. También trabajo para revistas como El Gourmet u Ohlala. Después otra cosa linda que me pasó el año pasado fue que me seleccionaron para ser imagen de un producto genial que salió de Moleskine y Adobe, que se unieron para sacar una aplicación digital y muy gracioso porque hasta tuve que actuar. También ilustré un libro de la editorial Edelvives. Fue increíble porque adoro sus libros. Un sueño hecho realidad.
¿Se te abrió un mundo mayor con la ilustración?
–Y en relación al tiempo de diseñadora, siento que al ilustrador se lo respeta más o de otro modo. Nadie le dice cambiame el amarillo por el rojo. Al diseñador gráfico lo vuelven loco. Y además como ilustrador te buscan por tu estilo en particular. Ahora estoy dedicada ciento por ciento a la ilustración.
¿Cómo surge la muestra inspirada en tu abuela?
–Mi abuela era una mujer que se la pasaba bordando y haciendo sus labores y como vivía enfrente de mi casa me la pasaba horas charlando con ella. Ella hacía lo suyo mientras yo dibujaba. A los ochenta años le regalé un cuaderno para que ella dibujara ya que ella decía que le hubiera gustado hacer el trabajo que yo hacía. Así que hice una muestra que basada en las historias que ella nos contaba. Te cuento y me emociono porque la adoraba. Basado en las cosas que contaba y lo vivido juntas, nacen los cabezudos, un recurso que uso mucho en mis dibujos. Mi abuela era de Lincoln, provincia de Buenos Aires y siempre nos hablaba de los corsos y de un hombre que había creado los cabezudos, que eran disfraces de cabezas enormes que representaban algo. Lo interesante era que eran conceptuales. Lo lindo que una vuelta la llevé a mi abuela a Lincoln, nos hicimos los 400 km solas, y fuimos al corso y para mí esa experiencia con mi abuela después de que toda la vida nos contaba fue una experiencia única y por eso decidí hacer una muestra “Un recuerdo tejido” en su homenaje.
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