Desde el lugar
Dos casas de Irene Joselevich que miran al mar y al campo en Maldonado
Por Matías Gigli
Una tendencia reciente es la de los lugares de vacaciones que combinan el mar con la vida de campo. Un ejemplo conocido está en Maldonado, el departamento del que es parte Punta del Este, en Uruguay.
La arquitectura de Irene Joselevich responde tanto a las necesidades de los usuarios como a la búsqueda de un lenguaje que armonice con el sitio circundante. Dentro de la difícil relación entre lo construido y el medio natural, se desliza el trabajo de esta arquitecta.
Este es el caso de una arquitecta que conoce tanto de especies botánicas como de materiales de construcción. El resultado es una arquitectura que mira el paisaje natural y lo valora sin la voraz necesidad de transformarlo. Estas casas muestran una austeridad que recuerda los antiguos refugios que solían construirse en el sur de nuestro país de madera y piedra del lugar.
Sus dos últimas obras están organizadas bajo un simple techo recto que se apoya en una sucesión de columnas de troncos. Son prácticamente galerías donde se cierra solamente lo absolutamente necesario y el resto es espacio semicubierto. El diálogo con el exterior es directo. Además de la madera, utiliza la piedra para muros y carpinterías con grandes paños de vidrio. Las orientaciones permiten vistas tanto hacia el mar como hacia el campo.
Es una arquitectura que se posa en el paisaje y la contempla, de gran simplicidad y con marcada vocación por la vida al aire libre. Estas casas aportan todo lo indispensable para vivir el lugar desde afuera. El adentro es mínimo. Son para las vacaciones y no tienen vocación de desplegar una imagen de lujo.
Una de las casas está implantada en lo alto de una colina en el campo de Maldonado a la altura de Punta Piedras en el Uruguay. Los terrenos se encuentran a 15 kilómetros del pueblo mas cercano y se accede por un camino serpenteante entre suaves colinas, cruzando bosquecitos aislados de eucaliptos y espinillos. La casa es para ser usada en vacaciones, tanto en verano como en invierno. Incluye en su programa una vivienda para caseros, galpón, pileta, quincho y un parque a ser desarrollado por su dueña.
La vastedad del paisaje y la necesidad de definir los límites de “un lugar” llevaron a definir una circunferencia de 80 metros que delimitara el parque/jardín. Siguiendo la tradicional manera de cercar antes del alambrado, se construyó una pirca que contiene el parque y en su centro la casa.