Cielos rotos
En el último centímetro en que la normativa permite torres, se construirá una de 25 pisos en Palermo Viejo. Se llama Esmeralda y propone lujos habituales de torres de pisos y dúplex, pero para departamentos a partir de los dos ambientes.
Por Sergio Kiernan
Lo primero que uno pregunta al ver el lote donde se alzará el edificio Esmeralda es ¿se puede construir acá? Es que el Esmeralda tendrá 25 pisos de altura y está en Guatemala 4555, justo al cruzar Scalabrini Ortiz y entrando en la primera cuadra de Palermo Viejo. La respuesta es sí: el edificio está en el último centímetro de la normativa suicida que permitió y permite torres Le Parc y demás punzadas al cielo porteño. De hecho, en la vereda de enfrente el barrio ya está preservado en plantas bajas y primeros pisos.
Entonces, con varios millones y un lanzamiento esforzadamente cool, más vernissage que presentación convencional de un emprendimiento inmobiliario, el Esmeralda ya está virtualmente sobre el lote doble ancho de una fábrica desactivada y una coqueta casita lindera, muy déco ella, hoy usada como salón de venta pero futuramente aniquilada.
Por su volumen, altura y locación, el Esmeralda impone algunas reflexiones internas y externas.
En lo interno, el emprendimiento de Lier Toncogony y G&D Developers tiene un lado original. Este tipo de torres ya no son simples viviendas sino que proponen una sumatoria de servicios para ofrecer un “estilo de vida”, repetitivamente asociadas a lo “joven y divertido”. El Esmeralda tiene, entonces, su gimnasio, sauna, pileta, solarium, jardín, “lounge” -un alto piso de observación–, salón de usos múltiples para reuniones y fiestas, parrilla, lavadero y un estacionamiento donde se cuidó el acceso fácil y seguro.
Pero a diferencia de otras torres de este porte, este caso tiene 110 unidades, lo que significa que no hay que ser particularmente rico para disfrutar ese nivel de servicios. El Esmeralda ofrece departamentos a partir de los dos ambientes y no sólo pisos o semipisos.
Seguramente, quienes acaben viviendo en este edificio sean realmente jóvenes y, por qué no, hasta divertidos. Pero esto deja en pie el segundo aspecto de la obra, el externo.
Lo primero que llama la atención, tanto en el vernissage de lanzamiento como en los lujosos folletos del Esmeralda, es la relación vampírica que el proyecto tiene con Palermo Viejo. Es un proyecto que contradice cada una de las características del barrio, ya que es altísimo, moderno y modernista en una zona de casas y pequeños edificios, de aires bohemios y alguna que otra pieza patrimonial. Esta contradicción parece generar cierta inseguridad en el mensaje. El Esmeralda se vende como integrado a Palermo Viejo, algo que francamente sólo un publicitario se animaría a sostener con seriedad, y usa frases como “un barrio descontracturado” y “centro gastronómico, comercial y artístico más atractivo y original de la ciudad” para describirlo. En resumen, lo usa. La descripción folletera del edificio resulta folletinesca: la callecita de entrada vehicular se llama Acceso Imperial y la planta baja es la Planta Baja.
Uno de los autores del proyecto defendió su originalidad señalando que la torre es asimétrica, que tiene una textura interesante y variada, con amplios paños en madera, y que su proyecto es interesante. Con la seriedad que da el convencimiento, afirmó además que el Esmeralda se integrará a su entorno. ¿Quién sabe? Uno se acostumbra a todo y Palermo Viejo bien puede acostumbrarse a un vecino de 25 pisos que le rompa sin remedio el cielo. Lo que queda en claro y no hay publicitario que disimule, es que el Esmeralda podría estar tanto en Marte como en Bahía Blanca, por el caso que le hace a su entorno. Y que la elegancia, pese a su Acceso Imperial, no fue su prioridad.