Sábado, 17 de junio de 2006 | Hoy
ARTE
Por Matías Gigli
Con una imagen netamente industrial, Félix Rodríguez parte en sus pinturas de la observación del borde sur de Buenos Aires: toma como argumento al Riachuelo, a La Boca, a la vieja infraestructura ya abandonada, degradada y básicamente negada del siglo XIX. Rodríguez rescata de todo eso las grandes líneas, la potencia de la materia, el valor de los planos de agua y el contraste de las oscuras estructuras metálicas caladas en el cielo luminoso. Simplemente son los disparadores de una imagen descarnada, a veces minuciosamente retratada y otras rendida en rápidos fragmentos. Desde el detalle se comprende el todo, las grandes panorámicas ubican y describen el lugar exacto en el que se está incursionado. Todas indudablemente son viñetas porteñas, esta vez no en la técnica del grabado sino en carbón sobre tela y en tinta sobre papel las utilizadas por este arquitecto, dedicado ya desde hace más de una década a la plástica por completo.
Esta serie de trabajos inaugura un nuevo espacio dedicado a la plástica con fuertes vínculos con la arquitectura y el diseño que Andrés Wegier acaba de lanzar al ruedo en la Rue des Artisans, de Arenales casi Libertad.
El trabajo de Rodríguez parte del recorrido de ciudades. Ya transitó por Buenos Aires, Nueva York, Londres, entre otras con un cuaderno de viajes. Bocetos e impresiones rápidas surgen luego de estas páginas encuadernadas; de ahí parten sus trabajos como una segunda reflexión de lo visto transformado en imagen. Argumentando con la fuerza de las líneas, prácticamente monocromáticas, la obra de este arquitecto sorprende por su compromiso con el dibujo y el valor de planos y líneas, y en estos tiempos en que el gesto rápido supera ampliamente la mirada lenta su trabajo resulta un aporte interesante.
Recurrentemente la obra rescata todo lo primario que un territorio posee, lo que las palabras difícilmente puedan describir, son todos argumentos de una ciudad deshabitada, tanto sobre las telas como sobre el papel el gran ausente es la figura humana. Componen situaciones silenciosas en donde su historia debe ser decodificada.
Desde sus primeras exposiciones colectivas en 1985, cuando formaba parte del Grupo La Yeca, mantiene un perfil vinculado tanto con el hacer como con el enseñar. Organiza frecuentemente seminarios en la escuela Ernesto de la Cárcova de Dibujo Urbano y en la FADU, así como también en su espacio, El taller de Thames. La muestra permanecerá abierta hasta el 7 de julio
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