PITY ALVAREZ EN LIBERTAD, ANTES DE OBRAS
"Mi vida es muy original"
El jueves pasado, antes de viajar a Tucumán, fue preso por un pequeño incidente callejero con un policía. No es la primera vez ni será la última, anticipa: “Cada uno tiene su ley”. El sábado en Obras, Intoxicados presenta el muy buen disco No es sólo rock and roll y su mentor desafía: “No tengo que caretearle nada a nadie”.
Por Esteban Pintos
Esta entrevista debió realizarse, así estaba convenido, el jueves pasado por la tarde. Un rato antes de las cinco, la noticia llegó a la sala de ensayo de Intoxicados: Pity estaba preso. Faltaban un par de horas para que la banda –con Pity, claro– viajara a Tucumán para el festival que se concretó allí el fin de semana. ¡Puto! Con esa palabra, Cristian Alvarez, uno de los más lúcidos compositores de su generación rock (ahí está, si no, el disco No es sólo rock and roll para chequearlo), se adjudicó toda una noche en el calabozo. El policía en la calle se dio por aludido frente al grito. Vino, reconoció (no es la primera vez que Pity cae en cana ni resulta desconocido para ellos), revisó y bingo: encontró el motivo para llevarse al rockero del barrio.
Cuatro días después y el mismo calor en Buenos Aires, segundo intento de entrevista, esta vez exitoso. Pity Alvarez cuenta, sentado en la escalera que lleva al primer piso de la casa-sala de ensayo, que esa noche vio Ghost, la sombra del amor en una oficina de la comisaría. Y que cuando terminó el dramón romántico con Demi Moore, lo llevaron a un calabozo. “Le dije a uno: ‘Qué buena película’. ‘Sí, está buena’, me contestó. Y me dijo: ‘Hacé una cosa, terminala de ver y cuando termina, te tengo que encerrar porque acá no podés estar’. Le dije: ‘Mató, gracias’.”
El hombre que le pide al Sol (su Dios, según la canción): “Guiame si está mal la vida que llevo”, relata con tranquila resignación todo el episodio y, en el relato mismo, expresa el talante con que se enfrenta a su condición particular de rocker que se hace cargo de su vida, gustos y excesos. “Mi vida es muy original”, dirá más adelante y no brindará más detalles ni explicaciones. Pity, como ningún otro músico de los últimos tiempos en el rock argentino, exhibe su vida sin pudores, paranoias y vanidades. Así se construyó su personaje. Con el tiempo, el músico que lleva dentro el personaje (o viceversa) fue refinando su estilo para escribir canciones, llegando a un alto nivel (“no tengo ni horario, ni estado de ánimo para hacer una canción, ni lugar, ni tengo que estar rodeado de gente ni solo”, revela como no-método).
Paralelamente a las canciones, vive una vida –que ya se conoce a través de medios especializados– relacionada con un mítico y permanente estado de “descontrol”. El mismo no tiene problemas en contar que se va a Federación, Entre Ríos, “para desintoxicarme cuando ya no doy más”. Por eso mismo, que ahora cuente su detención de la manera en que lo hace, no es casualidad. “Estoy re acostumbrado... Al que roba, le cabe un tiro o la prisión. Al que se droga, le cabe caer preso cada tanto. Cada uno tiene su ley. No me quejo... Vivo en el planeta Tierra, algún boludo habrá escrito las leyes y tengo que vivir como alguien dijo que tenía que vivir. Aunque tampoco vivo así, ¿entendés? Mi vida es muy original. No me como ninguna, no me ando escondiendo de nadie.”
–¿Cómo te afecta un hecho así?
No muchos músicos que están
por tocar en Obras se comen una noche en un calabozo
una semana antes...
–Me ayuda a pensar un montón. No es lindo estar preso, pero tampoco es feo. Me divierto mucho, porque le enseño a esa gente. No voy a generalizar, pero la policía tiene muchos prejuicios y discrimina demasiado. Creo que debe ser por el entrenamiento y el régimen que recibieron. Si a vos te pegaron cachetadas durante todo el entrenamiento, cuando te recibís lo primero que hacés es querer pegarle cachetadas a alguien. Yo les enseño y, ¿sabés que cada vez me tratan mejor? Las primeras veces... Desde que tengo 16 años firmo “Viejas Locas”. Mirá... (busca en los bolsillos de su pantalón, pero no encuentra). Cuando caés, te hacen tocar el pianito, y firmás todo. Yo puse “Viejas Locas”, como siempre. Más tarde, estaba durmiendo y escucho que me dicen: “Vení”. Me meten en un lugar, uno me pega una piña, caigo al piso y me empiezan a patear la cabeza. Eran como siete, veía los zapatos cómo me pegaban en lacara. No entendía nada. Me decían: “¿A vos te parece? Le hiciste perder tiempo (yo no tenía documento), ahora te van a tener que hacer todo esto de vuelta porque vos te hacés el loco”. Yo les dije: “Loco, la verdad, te perdono. Te tengo que perdonar para que aprendas”. Cuando vos los mirás fijo a los ojos y les decís: “Te perdono”, esta gente... Hay que ayudar a los débiles. La gente ve a un borracho y dice: “¡Qué borracho!”; ve un falopero y dice: “¡Qué falopero!”. Esa gente es la que más ayuda necesita, y yo creo que la gente que discrimina necesita mucha ayuda. Para que el mundo cambie de a poco, loco, ¿entendés? Entonces, les dije: “Algún día te vas a dar cuenta de por qué te perdoné”. Así nomás...
–¿Te parece que ellos entienden
lo que les querés decir?
–Otra vez, en una comisaría, pedí un vaso de agua y me trajeron un vaso de agua hirviendo. Me la tomé igual... Y les dije: “Gracias”. No generalizo; porque dos boludos me caguen a trompadas no voy a decir que la policía es una mierda. Porque si no hubiera policía, sería un descontrol. Pero habría que terminar con los prejuicios, de una vez... Yo veo los partidos de fútbol en Inglaterra, y veo que no hay paraavalanchas, no hay alambrado. Me gusta eso: gente con la mente abierta. Que no hagan lío, pero no porque no puedan, porque no lo deben hacer. Es igual que con las drogas, prohibirte algo... Prohibirte que fumes marihuana, habiendo alcohol, tabaco, sal, azúcar. ¿Cuánta gente muere de cáncer, hipertensión, diabetes, de cirrosis? Hagamos una estadística y veamos los números, y veamos qué es más peligroso de todo eso.
–Escribiste una canción
pro-legalización, participaste
de una marcha y de un show
por esa causa. ¿Por qué?
–Porque estoy a favor de que se legalice la marihuana. En un momento tuve muchas ganas de hacer algo. Ahora me dije: “Loco, yo fumo marihuana, listo, punto... Para mí, se legalizó. Ya está”. Si de vez en cuando me llevan preso, bueno, también te llevan preso por no tener documento. Voy a seguir haciendo la mía. Veo que todos fuman marihuana y la marihuana está prohibida, ¿cómo es? No entiendo nada, loco.
–Vivís y ensayás en una zona
de la ciudad que se considera
“peligrosa”. ¿Por qué?
–Nací en la Capital, pero enseguida me fui a vivir a la provincia. Y a los seis años me metí en un monoblock y no salí más, me re acostumbré a vivir ahí. Me daría mucha inseguridad vivir en una casa. Porque en algún momento fui un vándalo, sé que es muy fácil colar en una casa. Me daría mucho miedo, lo veo en la gente: están sentados en la puerta, yo paso, se meten adentro y cierran todo... Cuando pasé, vuelven a abrir y salen de vuelta. Me persigo yo de que se persigan ellos. Es muy feo.
–En todos estos años ahí,
¿viste muchas cosas?
–Sí, más vale... Y vivo con tranquilidad y paranoia, la vida es muy acelerada ahí. Encontrás muchas cosas buenas, muchas cosas malas. Cuando veo algo que no me gusta, que no es mi onda, me aparece una mula aplaudiendo, una vaca comiendo pasto. ¿Entendés? No me dice nada. Hay mucha gente buena, mucha gente mala, mucha injusticia, mucha justicia. Mucho de todo, más que en cualquier barrio, ¿entendés? Tengo 31 años, desde los 6 vivo en un barrio, tengo la onda de saber a quién se coge el de al lado de mi casa, con quién trampea la del 3º, qué comió el de más allá... Sabés la vida de todo. No te digo que sea una gran familia, perdés un poco la privacidad y a la vez ganás que todos sepan quién sos. Al principio, cuando me mudé al barrio, todos decían –nunca falta el que critique– “éste va a venir a ensayar con la banda”. Al rato me tocan timbre y me dicen: “De tu ventana sale un olor a droga bárbaro”. “Bueno, está bien, cierro la ventana”, contesté. Otro día: “Che, bajá la música que no se puede dormir”. “Está bien, la bajo.” La gente que estuvo más perseguida con lo que yo podía llegar a hacer, ahora me dice: “Vos alegrás el edificio porque siempre estás pasando música”. Y yo paso música a lassiete de la mañana... La verdad es que ya no tengo que caretearle nada a nadie, hago las cosas y al que le guste, bien; al que no le guste, que no me mire o me las venga a plantear. Yo mismo les digo que cuando escuchen la música fuerte, me golpeen con el escobillón en la pared. ¿Sabés que nunca me golpearon la pared?