¿DONDE IRAN A PARAR?
Apenas cruzando el Río de la Plata, cinco jóvenes dedicados al arte reflexionan sobre su futuro cuando asuma Tabaré. Emiliano Biancciari de No Te Va A Gustar, el escritor Ignacio Alcuri, el protagonista de 25 Watts Jorge Temponi, el artista multifacético Dani Umpi y la diseñadora Lorena Quiroga se encolumnan: “Somos optimistas, aunque con los políticos nunca se sabe”.
Muchas cosas parecían recobrar la posibilidad de cambio cuando las elecciones del pasado octubre señalaron a Tabaré Vázquez como el nuevo presidente de los uruguayos. Hoy, cuatro meses después y a días de su definitiva asunción, por la natural tendencia charrúa de amainar el optimismo o por los amainados antecedentes de Kirchner y Lula, la euforia inicial ha dado paso a una mezcla de tímida esperanza en relación con los cambios en materia de educación, arte y cultura; y cautela, en cuestiones más estructurales como la pobreza, la desocupación y la salud. El No habló con cinco jóvenes uruguayos para saber en qué están y cómo esperan estar antes y después de la asunción de Tabaré, el próximo 1º de marzo. Todos hablaron de paciencia, prioridades y vislumbraron un nuevo mapa social donde el arte y la cultura son indiscutidos productos de exportación.
Emiliano Biancciari de No Te Va A Gustar cuenta: “Recién a los 23 me pude independizar. Antes, además de tocar, trabajé en una fábrica de persianas, repartí volantes y fui cartero. Cuando tuve para pagar dos meses de alquiler, me jugué. Sucedió cuando empezamos a tocar por el país”. El multioficio es una figurita repetida y, muchas veces, el trabajo ad honorem, costumbre. “Hace siete años que tengo una personalidad secreta, un trabajo que me ayuda a solventar mis delirios creativos porque las regalías de los libros apenas alcanzan para cubrir los costos de impresión”, dice el escritor Ignacio Alcuri que, a pesar de haber publicado dos libros (Sobredosis Pop y Combo 2), asegura: “Todavía no se me pasa por la cabeza vivir de esto”. Algo parecido sucede en la actuación y el arte dramático. “La mayoría tiene más experiencia en teatro que en cámara, no viven de la actuación y trabajan motivados por el amor a las tablas”, dice un protagonista de 25 Watts, Jorge Temponi, que hoy actúa en comerciales para el exterior, en una revista televisiva, conduce un programa de radio –Mateína, los sábados a las 22 en 1410amlibre.com– y es letrista de la murga La Mojigata: “Me da para vivir pagando un alquiler y comer, no tengo auto y me compro ropa dos veces al año. Pero soy un privilegiado”.
Que Uruguay sea un verdadero paisito tiene ventajas y desventajas. Alcuri asegura que gracias a eso pudo editar un libro artesanal, “además de escribirlo me encargué del diseño, las fotos y la diagramación” y, al mismo tiempo, tener una difusión importante y un canal de distribución que lo hace llegar a la mayoría de las librerías. Por su parte, Biancciari agrega que “si bien podés hacerte conocer muy rápido, tener un mercado interno tan chico hace que apenas dé para sobrevivir”.
A pesar de los avatares, todos señalan una etapa actual de crecimiento. “Hay más curiosidad. Antes, a los toques iban los de siempre, ahora hay más interesados. Todo está más descontracturado”, afirma Dani Umpi, músico, artista multifacético y comunicador. En el terreno del diseño de indumentaria, Lorena Quiroga asegura que ese proceso tiene lugar desde hace un año “con muchos diseñadores que ponen en práctica ideas y nuevas técnicas”. La creatividad a la hora de generar productos, y distribuirlos, pone en marcha mecanismos alternativos que los empapa de originalidad. “Recursos tan inocentes como el blog pueden ser utilizados para llegar a un público mayor, y que superan a muchos escritores publicados”, señala Alcuri, mientras que Quiroga asegura desde Marruecos –donde se nutre de materia prima– que “las carencias de la industria textil local influyen en los costos, pero en contrapartida, como el cuero, la lana y sus derivados son de excelente calidad y prácticamente inagotables como para poder intervenir en el proceso, generando nuevos colores y texturas”.
No poder vivir del arte es marca registrada de Uruguay, quizá porque la autosuficiencia se ha hecho costumbre. No pocos coinciden en que se trata de una responsabilidad civil y no política. “No creo que el gobierno deba garantizar que los escritores vivan de lo que hacen, creo que todos deberíamos ser escritores, o pintores, o la forma que uno prefiera de expresar sus inquietudes, y si alguno puede vivir de eso, feliz de él”, dice Alcuri, que financió la impresión de sus libros. El pesimismo más rotundo llega con los cambios estructurales que debería tener el país para reactivar su marcha, mientras que Biancciari desnuda sus miedos frente a la deuda externa, las altísimas cifras de gente en indigencia y la niebla que ausenta el futuro, Umpi asegura –descreído– que “la izquierda no podrá con los planchas (equivalente al punga). Nadie puede con ellos, son el signo de los tiempos. Es la evolución del hombre que ocurrió en Uruguay, una cultura muy fuerte que cada vez es más discriminada”.
Frente a esa situación que acorrala en una mezcla de esperanza, cautela y escepticismo, el arte y la cultura aparecen como puentes hacia una posible salvación: “Tenemos que fomentar la cantidad de artistas uruguayos de gran calidad, tenemos que exportar cultura porque es el fuerte de nuestro país, si el medio es chico hay que agrandarlo, es algo tan importante como decir que Punta del Este es lindo y que vengan a conocerlo, tenemos mucho más que servicios para ofrecer”, dice Biancciari entre el enojo y la obviedad. No parece un pronóstico errado para un país pequeñísimo, con muy poca industria, un mercado interno que apenas supera los 3 millones de habitantes, que viene demostrando, desde hace años, su potencial artístico y cultural.
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