Jueves, 25 de septiembre de 2008 | Hoy
KY-MANI MARLEY PARA LA PELOTA
Al igual que su padre Bob Marley, Ky-Mani Marley se considera un muchacho espiritual, le gusta el fútbol y baja línea verde. “Los políticos consideran al reggae una música peligrosa porque abre las mentes”, dice.
Por Daniel Jimenez
Los jamaiquinos son gente, digamos, un poco colgada. Al momento de coordinar una entrevista suelen presentarse desencuentros, equivocaciones, malentendidos y teléfonos celulares que se quedan sin batería. Y sus dueños, por colgados, se dejan llevar por la buena vibra y no los cargan. Es el caso de Ky-Mani Marley. Un muchacho un tanto escurridizo que dos semanas después de rastrearlo intensamente contesta con cierto letargo desde el otro lado de la línea: “Ah, Daniel, cómo estás. Ahora sí podemos hablar”. El segundo hijo más joven de la oncena que Bob Nesta dejó desparramados por el planeta, intentó, a diferencia de sus hermanos más famosos (Damian y Ziggy), llevar su música en distintas direcciones y no se ancló en el reggae y sus derivados. Logró escapar a la inherente filiación fumeta y se acercó al hip hop, al blues y al rock.
“Siempre me interesó tocar otros ritmos porque soy un creador”, dice con un dejo de vanidad Marley Jr. “Estudio música, amo la música y amo mi trabajo, por eso nunca trato de forzar nada porque todo me llega naturalmente”, se ataja quien en plena infancia abandonó su Jamaica natal con su madre y unos pocos dólares para refugiarse en Miami. Allí convivió junto a ocho miembros de su familia en dos habitaciones y se curtió en las calles marginales del shopping anticastrista más grande del mundo. Una postal urbana que hasta ese momento desconocía.
La oportunidad no se le presentaría a Ky-Mani a través del reggae, sino de la mano del hip hop. A finales de los ‘90 aceptó colaborar junto al actor, productor y rappper tiempo completo Pras (motor detrás de The Fugees) y metió sus versos en el malogrado Electric Avenue, de Eddiy Grant. Esto lo expuso seriamente ante los medios de rock y lo que había empezado como una colaboración amistosa terminó en una carrera que ya lleva doce años y cuatro discos y que casi se derrumba por su pasión por el deporte. “Siempre practiqué deportes porque siempre me gustaron. Encuentro adrenalina al igual que en la música. Debo confesar que aún me considero un gran fanático de los deportes. Me gusta mucho el ‘soccer’ mejor dicho el ‘fútbol’. Ellos le dicen ‘soccer’”, ironiza el jamaiquino, un fana de la redonda como papá Bob, de quien heredó dos rasgos sobresalientes: la espiritualidad y la prosa combativa.
–Tu padre logró juntar dos fuerzas políticas irreconciliables de Jamaica. ¿Pensás que la música aún tiene el poder de generar una revolución?
–El mainstream no acepta ni va a aceptar nunca una revolución en la música ni va a dejar que se libere el mínimo espíritu de revolución. Porque las compañías discográficas se pasan el tiempo firmando grandes contratos para gente que hace canciones que no dicen absolutamente nada. Creo que es sólo otra forma de oprimir a la gente.
–¿Es al menos un camino?
–Sí, la música es el camino y la mejor forma a través de la cual la gente puede compartir un mensaje común. Es el medio más poderoso. No existe otra vía que pueda llegar a tanta gente, cualquiera sea su origen, como la música. Pienso que la única forma de intentar cambiar las cosas es creyendo. Creyendo en la humanidad, creyendo en la hermandad de la raza humana. Siento en mí el legado que dejó mi padre, y sé que es una responsabilidad que tengo que cargar. No tengo dudas de que es más importante una mente libre que un buen disco. Por eso a los políticos no les gusta la música reggae.
* Ky-Many Marley toca en la apertura, Día 1, donde comparte escenario junto a Los Cafres, Cultura Profética, Gondwana, Los Pericos, Dread Mar I y siguen las firmas.
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