Jueves, 18 de noviembre de 2010 | Hoy
IGUAL, TODO BIEN
Por Javier Aguirre
Más rápido. El zapping es todavía más rápido que el videoclip, y a veces, cuando se baila al ritmo de la TV, hasta los frenéticos 2.20 minutos que dura el Rock’n’Roll High School de los Ramones pueden resultar demasiado tiempo como para retener a un televidente con gatillo fácil a la hora de cambiar de canal. Esta idea rige Q Comprimidos (lunes a viernes a las 10.30 y a las 16, por el canal Quiero música en mi idioma), el programa que ofrece versiones comprimidas –en realidad, abreviadas– de los clips originales, y que por extensión, presenta versiones comprimidas –en realidad, abreviadas– de las canciones a las que corresponden esos videos. Así, los artistas de alta rotación en la señal aparecen todos juntos, en apariciones de no más de un minuto y fracción. Casi cameos: como una picada que en vez de maní pelado, cuadraditos de milanesa y aceitunas en aceite, tiene Vicentico pelado, cuadraditos (dentro de cuadros) de Catupecu y Shakiras en aceite. O, según el eslogan de promoción del ciclo, “Mirar más, en menos tiempo”.
¿Acaso las canciones empiezan a resultar un poco largas para los parámetros televisivos y hace falta acortarlas, quitarles la maleza, reducirlas a un compilado de ellas mismas? En el canal no creen que el recurso incomode a los artistas: “Los músicos entienden que cuando comprimimos sus temas sólo lo hacemos como una forma alternativa de llegar al público joven, que en general tiene poca permanencia frente a la pantalla; Q Comprimidos busca responder a la necesidad de inmediatez del público más joven”, fundamentan.
La presentación “comprimida” de los hits del momento suena a urgencia incontinente: ¿para qué escuchar una predecible segunda estrofa o un virtuoso solo de viola, si total dentro de un minuto ya llega el épico y radiante estribillo que todos estamos esperando? “La compresión de los temas –aclaran en Quiero– se lleva a cabo sobre la base del respeto por las métricas, las letras y el mensaje que el músico quiere llevar al espectador a través del clip. Luego de comprobar que estos aspectos no se ven afectados, se procede a comprimir el video.” La metodología deviene en cierta fórmula: intro del tema, única estrofa, único estribillo y final; sin repeticiones, ni instrumentales, ni puentes, ni variaciones finales, ni cierres con palmas y silbiditos. Música sin nada que “sobre”. El resultado es que diez minutos de programa sean suficientes para poder “picar” no menos de seis, quizá siete canciones de pop y rock en castellano.
La idea de Q Comprimidos augura un debate en el cual el argumentador que priorice las cuestiones artísticas denunciará: “Eh, loco, están achurando la obra concebida por un músico”. A lo que el argumentador que priorice los factores mercadotécnicos (por no decir marketineros) responderá: “Eh, loco, si los artistas están de acuerdo con difundir su música, aunque sea de a pedacitos, igual todo bien”. Eso, igual todo bien.
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