Jueves, 18 de noviembre de 2010 | Hoy
ULTRAVIOLETA, DE SANTIAGO DEL ESTERO PARA EL MUNDO
El periodista de este artículo asegura que Ultravioleta es uno de los grupos más intensos, creativos e innovadores de ese folklore resignificado, cuestionador y movilizante, “que le está robando las banderas al rock”. Tomá.
Por Cristian Vitale
Allá a lo lejos se ve un perro destroncando huesos. Es la panorámica, algo aciaga y solitaria, que propone por la ventana una combi llena de humo, quieta. Afuera, el frío primaveral del Parque Patricios le hace la cosa difícil a la piel humana. “Noche de perros, ¿eh? Es mejor estar acá”, dice Sebastián Gammoni, fundador, compositor y guitarrista de Ultravioleta. El, más los hermanos Villagra (Emilio y Nacho) y Luciano Juárez están literalmente destruidos. Van casi 23 horas desde que salieron de la aldea natal (Santiago del Estero) y no han pegado un ojo. Una demora importante en la terminal de allá –”por unos pasajes que no nos habilitaban”, cuentan–, más un corte de ruta en Rosario, que los mantuvo varados cinco horas, habían desnaturalizado el plan: llegar, dejar los bultos en una casa amiga de Luján, dormir un par de horas, pegarse un baño y partir rumbo a la sede de Huracán, donde los esperaba una peña como número central. “En general, las peñas las armamos los sábados. Pero improvisamos ésta porque venían ellos”, cuenta Ana, la organizadora.
Es viernes. La Sede del Globo, levantada frente al Parque, asume un aura folklórica atemporal: barra inmensa al fondo, jarras de fernet, vino, cerveza y empanadas. Una hilera de lámparas rojas, azules y amarillas en el medio del salón suman una onda “psicodélico-barrial” y un paisaje humano plurigeneracional –categorías ‘80 y ‘90 al frente– se va reciclando en la pista: la changada porteña –carne de academia, en general– baila gatos, zambas, escondidos y chacareras. Y llega al primer cenit cuando el que sube es Jorge Luis Carabajal, bandeño, segundo hijo de Don Agustín, especie de oveja descarriada y solitaria del clan. Es cuando los Ultravioleta entran a la combi, temblando de frío y sueño. “Suene mal o bien, nosotros tratamos de alegrar a la gente. Que se olvide de sus problemas y se vaya contenta a la casa. No te voy a decir que nuestra música es un Alplax, pero tampoco te tensiona. La gente canaliza nervios, se va tranquila. ¿Has visto qué bien pega el escabio con nosotros? Cero presión”, ensaya Gammoni, como primera aproximación a la banda.
Pero Ultravioleta es mucho más que un simple Alplax musical. Es, sin cálculo de exageración, uno de los grupos más intensos, creativos e innovadores de ese folklore resignificado, cuestionador y movilizante, que le está robando las banderas al rock. Ese que parió el Arco Iris de Santaolalla en los ‘70, que visibilizó en federal León Gieco, que desarrolló MPA –con Jacinto Piedra y Peteco Carabajal a la cabeza– y que se multiplicó a través de Arbolito, Raly Barrionuevo, Emiliano Zerbini y un sinfín de músicos provincianos. Es viajar, estar en las peñas de Santiago, La Rioja, Córdoba o Salta para constatar su sangre viva, su latido caliente, popular, vital. “Nosotros somos parte de eso, sí. Y, si bien todas las fusiones que hacemos parten de la chacarera, es muy raro el sonido que logramos porque es como una brecha que nadie sabe dónde poner, ni siquiera nosotros sabemos dónde ir a tocar”, se ríe Gammoni.
–Bueno, de pronto, a las peñas...
Gammoni: –Y para transmitir básicamente lo que somos: unos cabrones de barrio, con hijos, que la pelean todos los días, y perdiendo plata con la música. Incluso de acá nos vamos sin un cobre... ¡todavía no tenemos los boletos de vuelta! Venimos sólo porque hay gente que nos quiere escuchar y nosotros queremos que nos escuchen.
Ultravioleta surgió hace unos cuatro años del desmiembre de otro grupo clave del jipi folk santiagueño, Vislumbre del Esteko. Tras varios cambios en la formación, hoy lo integran seis: dos que no llegaron a Buenos Aires esta vez –Elvira Díaz, musa, cantante, lejana amiga de Jacinto Piedra; y Franco Gómez– más los cuatro que lograron subir al micro. Gammoni es la voz cantante, el que compone todas las canciones; Luciano, un baterista venido del rock –único de La Banda, además– y los Villagra Brothers –violín y guitarra– que tienen un disco aparte, producido por Raly Barrionuevo, con Gieco como invitado. Pibes raros, virtuosos, cuyos padres –atípico para el pago– no han agarrado jamás una guitarra. “Ellos son profesores de matemática, nada que ver. A nosotros el folklore nos llegó por parte de nuestra abuela. Ella bailaba y nos hacía escuchar a Los Manseros y todo eso cuando éramos chicos”, dicen los Villagra.
–¿Hay santiagueños que no sean músicos, además de sus padres?
Villagra: –(Risas) Y... te subís al colectivo a la mañana para trabajar y ya escuchás chacarera. No hay descanso.
–O guaracha...
Gammoni: –Otro ritmo muy fuerte en Santiago.
–Que aún no ha sido aceptado como folklórico por los formadores de paradigmas.
Gammoni: –No. Pero la guaracha es casi lo mismo que la chacarera en cuanto al ritmo y la métrica. No están en el mismo circuito, pero sí en la misma familia. Allá, cuando se arman las grandes fiestas en la peña de lo de Juan o en La Barba del León, no hay diferencias.
–¿Por qué Ultravioleta?
Gammoni: –Me nació en el patio de la Elvira, donde la banda empezó. Es como si cada uno de nosotros fuera un color que arma la luz. Yo flasheaba con los rayos ultravioletas que llegan al hueso de las personas, y es más o menos la intención que tenemos con nuestras canciones... llegar a los huesos con una mirada del folklore que nace de cierta cosa rural, pero se extiende a lo urbano y latinoamericano.
–Otra vez la impronta de Jacinto...
Gammoni: –Y a través de la Elvira. Ella es el eslabón que nosotros tenemos con ese personaje tan importante musicalmente y también a nivel personal. Es nuestro palo, y ha marcado un punto de vista nuevo de ver el folklore. MPA ha provocado un quiebre alucinante. También Elvira cuando armó el Dúo Orígenes. Es una fusión que nosotros tenemos en nuestro interior, que por ahí no ha sido pensada, pero sí desarrollada por disparadores naturales como tocar en el patio de la Elvira y flashear con cosas, ¿no? Ahí nos curtimos en la vena de Jacinto.
–Con Elvira es otra cosa... asociación libre. ¿Les cabe Pappo?
Gammoni: –Claro. También Peter Gabriel, Led Zeppelin, David Bowie. Luciano viene del rock, él ha pasado por el heavy, el trash, el funk y, sin embargo, devino un folklorista natural (risas). Es como una oveja blanca entre todas negras.
–La mayoría de los temas de ustedes son propios, pero hay algunas versiones sorprendentes, como el Chan-Chan, el son de Compay Segundo...
Gammoni: –Sí, por los arreglos, ¿no? Has visto que en la primera parte hemos respetado los textos originales, y en la segunda le pusimos cosas de El payador perseguido, de Yupanqui. Es un tema que puede hablar de Cuba y también de Santiago, básicamente porque el sol calienta en ambos lados por igual. Es como para cantar quemándose bajo un sol asesino.
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