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Jueves, 17 de septiembre de 2015

SHAMAN HERRERA, EL GURú MACIZO Y EXóTICO DE LAS NUEVAS MÚSICAS

“Escribo en estados de conciencia total y de inconsciencia total”

Luego de su trabajo en Sr. Tomate, en la trastienda de El mató a un policía motorizado y La Patrulla Espacial, y de comprimir psicodelia, folklore andino y cine clase B en sus discos solista, el patagónico rebelde encara en Sueño real una música pop rockera y moderna que aún así sigue indagando en las zonas oscuras.

 Por Juan Barberis

“Yo me aburro de mí mismo, el aburrimiento es un gran impulsor de la búsqueda”, dice Shaman Herrera mientras camina bajo el sol por las vías del tren, en dirección al Bosque, un pulmón verde a orillas de la ciudad de La Plata, donde se mudó en 2001. Desde entonces, este artista patagónico de porte amplio, intimidante y macizo se constituyó como un gurú clave dentro de los últimos diez años de rock hecho en la zona, trabajando detrás de bandas como El Mató a un Policía Motorizado, La Patrulla Espacial, Sr. Tomate, Prietto viaja al cosmos con Mariano, y varias más. Sin embargo, su obra personal siempre gravitó al margen, con tono críptico y exótico. “Yo trato de zafarle a las tribus musicales”, dice Shaman. “Trato de ir surfeando un poco de todo, no me voy a quedar con un sonido identitario de La Plata.”

Nacido en Comodoro Rivadavia a principios de los ‘80, en el seno de una familia de padres médicos y hermanos músicos, Herrera atesoró en su arte el clima árido y desolado de su tierra natal. Dentro de un complejo background que mezcla patagonia rebelde, folklore andino, cine clase B y psicodelia nocturna, la voz de Shaman siempre resultó su gran arma secreta: un vaho cavernoso, grave y profundo, capaz de detener el tiempo. Primero en solitario con su guitarra de cuerdas de nylon, después junto a Los Hombres en Llamas (banda integrada en su mayoría por músicos de La Patrulla Espacial) y ahora con Los Pilares de la Creación (con músicos de Sr. Tomate, su otro proyecto paralelo), Shaman viene construyendo una obra evocativa y personal que parecía encerrarse sobre sí, cargada de oscuridad y misticismo, en canciones sin espacio ni tiempo aparente.

Sin embargo, ahora con Sueño real, su nuevo disco, producido por el mexicano Ernesto García (ganador de un Grammy Latino por su trabajo en Mujer divina, el disco de Natalia Lafourcade en homenaje a Agustín Lara) y editado por Concepto Cero, Shaman por primera vez parece proyectar su música hacia afuera, dialogando con varios elementos globales de la época. “Quería hacer un disco más rockero, con más facetas. Yo exploté demasiado tiempo esto de la canción, la del ‘cansautor’, ¿no?”, dice Shaman antes de soltar una fuerte risotada.

En estas diez nuevas canciones, empuña la guitarra eléctrica y comanda el desempeño de una banda que suena oscura, orgánica y consistente, con fuerte predominio de sintetizadores y giros estructurales que definen su disco más pop. “Acá no llevo la canción desde la guitarra, y eso le da algo novedoso al disco”, dice Herrera, que convocó a Santiago Barrionuevo de El Mató y a Sara Hebe para que aporten sus voces. “Sigue habiendo una cuestión folklórica, psychedelic style, pero lo sostiene una cosa diferente que es cómo tocan los pibes. Es un re disco de banda, más que todos los anteriores.”

¿Por qué creés que se da ahora mismo tu disco más ambicioso?

–Es el más ambicioso y el mejor. Como si el disco fuera un rebaño de ovejas, fue la vez que mejor juntamos las ovejas para tener el rebaño. Está muy cuidado, desde muchos aspectos: desde las composiciones, las letras... Teníamos 19 canciones para grabar y sin piedad dejamos afuera temas que para mí están buenísimos, pero el disco tenía que tener lo mejor que pudimos juntar en estos últimos dos años.

Por primera vez llevás los sintetizadores al frente, en un claro signo de época.

–Siempre hubo sintes en Los Pilares, pero más escondidos, para una cuestión de fondo. Acá es la primera vez que son más protagonistas. Alejandro Bértora se metió con todo en el instrumento y eso se siente. Cuando empezamos con Ale, él arrancó tocando trompeta, así que está buenísimo haber llegado a esto; encontró ese lugar y me encanta. Los grabamos en La Siesta del Fauno, un lugar que tiene todos los sintes y teclados del mundo. Ale era un niño ahí.

¿Tenías algo de referencia, discos, bandas, antes de entrar a grabar?

–El sonido fue apareciendo en los ensayos. Yo escucho música y después no me pongo conscientemente a querer replicar algo. Escuché mucho Scott Walker todos estos años, por recomendación de Daniel Melero (NdR: productor de su disco anterior), y Swans, Jef Barbara, música más oscura, de sonido ochentero, pero no sé si los puedo relacionar musicalmente con estas canciones. Yo toco también con Sr. Tomate y con ellos estuvimos trabajando en el nuevo disco al mismo tiempo que hacíamos éste y creo que hay cosas que se cruzan, hay similitudes. Con Poli, la cantante de Sr. Tomate, nos influenciamos mutuamente, constantemente. Ella es una de mis referentes.

¿Por qué la libertad es un tópico común dentro del disco?

–La libertad es algo que todos entienden pero nadie puede explicar. Para ser libre no es necesario ser consciente, la libertad es algo más inconsciente, por eso lo de Sueño real: en los sueños uno realmente es libre, está libre de las leyes de la naturaleza, de las de la psicología. El sueño real es el sueño de la libertad, el sentimiento de la libertad que no se puede explicar pero que igual entendemos, como pasa con el efecto de la música. Y las canciones atraviesan ese tema con personajes, en una ruta, entre símbolos oníricos, porque no hay nada en concreto.

¿La escritura es un proceso más irracional en tu música?

–Sí, yo trato de juntar palabras que no necesariamente quieran decir algo concreto sino que generen sensaciones. Escribo en estados de conciencia total y de inconsciencia total. La idea para mí es que uno tiene que estar componiendo todo el tiempo. Ahora estoy componiendo, en el sentido de que mi mente está alerta a cualquier indicio que me pueda disparar algo que después pueda transformar en una canción. No me siento a escribir, me siento a tocar la guitarra o a tocar el teclado y a partir de eso, de no estar tocando nada, en el juego ése de la búsqueda aparece algo y decido ir detrás de eso.

¿Cuándo sentiste que habías conseguido tu propio lenguaje?

–No sé. Creo que voy evolucionando y al mismo tiempo siempre termino hablando de lo mismo. Me interesa mucho qué es lo que hay atrás de la imagen que ves: lo que no se ve, lo que no está presente, pero sí se ve en los sueños.

¿Y cuánto se deja ver Shaman Herrera en sus canciones?

–En mis canciones es en donde más vivo. Soy más real arriba de un escenario que ahora acá tirado tomando mate; me siento más yo y no tengo miedo de nada, no hay nada que me intimide, entonces las canciones llevan esa energía. Trato de liberarme de todo para que quede la esencia. Mi esencia no es esto que ves, en esta carne y en estas palabras, sino en lo que no podés ver y en lo que no se entiende.

Antes tu arte resultaba más encriptado. ¿Sentís que te estás abriendo hacia nuevos territorios?

–La idea es ésa, quiero aprender. No creo que La Plata sea la posta, hay muchas más cosas y todo lo que pueda absorber siempre me sirve. Me sirve la novedad. Quiero que lo que hago siempre sea algo novedoso. Ahora la novedad iba por este lado: intentar conseguir un sonido más pop y tener un reconocimiento hacia otros artistas, como Santiago y Sara Hebe, porque para mí que ellos estén en el disco es el reconocimiento de ellos hacia mí por participar, pero es mi reconocimiento hacia ellos también porque yo soy muy celoso de mis palabras. Santiago canta mis letras y ésa fue una jugada emocional. Yo sabía de antemano que la voz de él era la que iba porque el tema, Sonríe, lo pedía a gritos. La segunda vez que lo tocamos ya pensamos en él porque era un tema re de El Mató. Después le hicimos otra textura alrededor, pero sigue siendo una canción que tranquilamente podría ser de Santiago. Fue buenísimo que él quisiera participar.

Resulta una cruza muy significativa para ambos. Vos ayudaste a la construcción de El Mató en sus inicios...

–Para mí el Chango es el referente número uno de Argentina en lo que se refiere a ser un artista independiente y gestionar tu propio proyecto. Como en los ‘80 y ‘90 fueron Los Redondos, ahora es El Mató. Es increíble que él tenga esa energía. Es un artista de la puta madre y que el loco quiera participar teniendo tan poco tiempo libre para mí es un honor. Y lo mismo con Sara Hebe, que yo la considero la mejor rapera de Argentina. Las mejores letras del hip-hop nacional las escribe ella: te caga a pedos y te pega una piña cada vez que canta. Ahora estamos trabajando en algunas bases de un posible próximo disco suyo. Me empecé a relacionar con ese mundo del hip-hop, estoy escuchando eso.

Ya experimentaste con los cantos guturales, ¿ahora te verías rapeando?

–Y puede ser, debería practicar. Es difícil porque lo más importante del rapero son las palabras, lo que estás diciendo. Yo trabajo desde otro lugar las letras: el rapero tiene que cantarte la justa, yo te la insinúo.

Tus shows resultan bastante magnéticos, ¿cómo experimentás ese momento?

–Es algo religioso. Me concentro mucho en la canción que estoy tocando. No puedo pensar en otra cosa porque me olvido la letra y qué acorde tocar. Tengo que estar dentro de la canción, con los ojos cerrados, viendo las imágenes que voy relatando porque las imágenes de la letra me guían para saber lo que viene. Tengo que ver la canción y voy en ese viaje. Esa conexión hace que se genere lo que se genera en el público, que haya cierta tensión y esta cuestión medio hipnótica. Cuando canto no estoy consciente del público: me pierdo, me hipnotizo, no estoy en ese momento. Recién vuelvo a aparecer cuando termina el tema, pasan los aplausos, y me vuelvo a hundir en el agua.

¿Siempre tuviste ese vínculo en vivo?

–Es como que no dejo escapar la energía y la largo por la voz y por la guitarra; todo se concentra ahí. Esa energía es lo que garpa en un show. No es tanto no equivocarte, hoy la pasión es todo. La música antes era más pegar la nota exacta con el violín y ahora la precisión va por otro lado, es otra cosa la que conecta a la gente.

¿Cuál creés que sea el fin de tu música?

–El arte, la música, es para curar, dice Jodorowsky. El fin último del arte es curar a las personas y yo voy por ese lado. Quiero que mi música te produzca algo, te mueva algo interno. Eso es lo que busca mi música.

* Sábado 19 en Sala Caras y Caretas, Sarmiento 2037. A las 21.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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