Jueves, 31 de diciembre de 2015 | Hoy
Por Mario Yannoulas
Hace poco era fácil dársela de capo contando por qué la India Pale Ale se llama así. Lo que algunos románticos dieron en llamar “Revolución Cervecera” hizo que terminando 2015 eso ya sea viejo. De hecho, la demanda de IPA es la que más subió en el último año, según revela el productor cervecero Martín Boan, proveedor de materias primas (malta, levadura, lúpulo y otras) y dueño de The Beer House Experience, en San Telmo.
El que se va fue un año de sostenido crecimiento de la cerveza artesanal en todas sus formas, con un consumo que tuvo respuesta en la producción, resultado de una industria fresca y, en varias ocasiones, de calidad. Muchos jóvenes que empezaron cocinando en ollas domésticas para noches de amigos, poco después pudieron armar su propia empresa por primera vez.
Este fenómeno tuvo sus enclaves más amplios en los barrios conchetos de la ciudad de Buenos Aires –sin hablar de Mar del Plata, capital argentina de la cerveza artesanal–, pero permeó en la generalidad de las clases medias. Boan calcula que en 2015 la producción y venta creció un 35 por ciento. “Y estoy siendo cauteloso con el número”, desliza. “Hay productores que empezaron como mucho hace dos años y ya están en unos diez mil litros por mes. Es un volumen muy interesante, la perspectiva es que va a seguir subiendo.”
La incorporación de una simbología visual y lingüística fue parte de la historia: logos que ahora son familiares, comparación de estilos, menos gente que distingue a la cerveza sólo por el color. El hábito abandonó entonces el cerco de la vanguardia y se lanzó a un espectro mucho más generoso. Boan, que desde 2011 organiza la Copa Libertadores de Cerveza Artesanal, hizo este año una encuesta con 600 consumidores para poder identificarlos: “Es generalmente un público universitario de entre 25 y 35 años, con una alta frecuencia de consumo, que es de dos o tres veces por semana”.
Aún cuando un ascenso tan vertiginoso puede ser producto de una burbuja a punto de pincharse, el cervecero descarta la chance de que esta “revolución” sea nada más que una moda. “No es como las canchas de paddle. Algunos bares van a cerrar, porque cuando la gente no sabe, hace cagadas. Los que están haciendo un buen laburo van a tener actividad para muchos años, porque hoy el público quiere más sabor, aroma, cervezas con personalidad. Una vez que se agarra el hábito de consumir una bebida de calidad, no se vuelve atrás. Se prefiere consumir menos, pero mejor.”
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