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Jueves, 21 de abril de 2016

AGUAS(RE)FUERTES

BRUCE WILLIS ESTABA MUERTO

Spoileo feroz en la era de internet: virginidad y fundamentalismo.

 Por Andrés Valenzuela

“¡Acá son todos unos pelotudos!”, suelta Juan y sale dando un portazo o su equivalente virtual: deja el grupo de chat de Facebook donde a otro se le escapó algo sobre Batman vs. Superman. Juan vuelve con la película vista, a resguardo del ¿temible? peligro de los spoilers. El asunto es que no hay jurisprudencia. Cualquier usuario formado de Internet sabe que las mayúsculas significan QUE ESTOY GRITANDO, pero nadie se pone de acuerdo durante cuánto tiempo es apropiado guardar comentarios de la trama o las sorpresas de una serie o película.

¿Es lo mismo una que otra? ¿Y si están basadas en un libro? Si son muy viejas y el potencial spoileado no pudo verla en su aparición original, ¿qué onda? Porque no se le puede pedir a alguien de 15 años que haya visto Los sospechosos de siempre, pero cantarle quién es Keyser Soze le arruina un peliculón, aunque sea de 1995. Y a esta altura, con lo abrumador que es todo lo que hay para ver, escuchar y leer, no se puede ser fundamentalista del “si no leíste/viste/oíste, jodete”.

Por preservar cierta “virginidad” ante los spoilers, se llega a situaciones extremas. Juan ya no ve trailers. Otros tratan de meterse menos a las redes sociales (¡ja, ilusos!) y cierran los ojos ante cada tuit con una pista sobre el último capítulo de Game of Thrones. Difícil no saber nada en una época en que cada fotograma es un meme pidiendo a gritos existir. Por eso, algunos optan directamente por no meterse a internet hasta no haber visto el capítulo o peli de turno.

Terrible disyuntiva. Si es verdad que es la era del homo audiovisualis y que “somos lo que vemos” (en Internet, en TV) –y con tanto test pelotudo de “qué personaje serías en...” parece confirmarlo–, entonces el spoiler debe sentirse como algo que prohíbe “ser”. O que, al menos, coarta la libertad no ya de disfrutar o gozar Mad Men, Supergirl, House of Cards o la que sea, sino directamente el derecho a ser, a emocionarse y –no menos importante– a decepcionarse.

Por eso también tanta exigencia en las parejas: qué series seguir juntos resulta tan relevante a la convivencia como distribuir tareas hogareñas. Y otro tanto para las series que cada uno ve por su cuenta. ¡Ay de quien se adelante un par de capítulos de series en común! Ahí, también, es el ser de la pareja, el vínculo, lo que peligra. ¿Cómo vas a hacer sólo algo que se hacía de a dos? ¿Cómo podrías cagarte en el otro tanto como para decirle que Bruce Willis estaba muerto?

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