Jueves, 28 de abril de 2016 | Hoy
UNA PROBADITA A MIRROR’S EDGE: CATALYST
A la beta de la precuela del título frenético que rompió el molde hace casi una década le falta el catalizador.
Por Stephanie Zucarelli
Mirror’s Edge es uno de esos titulazos que el jugador puede amar u odiar, pero que en definitiva tiene que tener en su biblioteca fichinera. El plataformero excéntrico que rompió el molde allá por 2007 calentó motores con el anuncio de su precuela Mirror’s Edge: Catalyst desde la E3 2015. Sin embargo, en el momento de los hechos, DICE cayó fláccido empujando la fecha de lanzamiento para el 7/6, con la excusa de que a su principal novedad aún le faltaba un golpe de horno.
Ultimamente, ver el logo de la desarrolladora sueca en pantalla provoca un escozor de terror en el corazón y la billetera gamer, y es innegable el vértigo cuando se puede probar un beta con tantas tuercas por ajustar. Pero lo más vertiginoso es que Erik Odeldahl, director de diseño de esta edición, comentó casualmente que el social play será una característica central del juego completo, y que el retraso se debe precisamente al uso de una nueva tecnología para el online.
Hubiera sido un poco más zafable si la característica a cerrar fuera la modalidad de mundo abierto, que anima al jugador a ir completando misiones, destrabando gadgets o descubriendo secuaces que esperan indefinidamente en una azotea hasta que alguien rebota por su zona. Pero no, es el intento de multiplayer lo que se llevó la atención de los desarrolladores. Un social play consistente en un leaderboard mundial donde el jugador clasifica a través de su habilidad en los “dashes”, carreras contrarreloj solo player. Otra característica reivindicada es el diseño de los “time trials” multijugador, aún a revelar en el juego completo.
La única manera de llamar a Mirror’s Edge: Catalyst un juego multiplayer es cuando se aprieta un solo comando para hackear carteles luminosos, haciendo que el logo propio aparezca visible para toda la red de amigos hasta que alguien destrone al jugador. En definitiva, el juego que rompió con la linealidad preestablecida hace casi 10 años trae de yapa un online sin nada de mérito. Lejos de ser lo más preocupante, la IA de los enemigos aún está en estado simpático y mucho tiene que ver con que la beta exclusiva que se pudo probar no permitía cambiar la dificultad. Toda confrontación —si inevitable— termina con un par de golpeteos a la tecla y el personaje siguiendo camino sin mucho cambio.
Para los que reportaron cinetosis (naúseas o mareo producidos por el movimiento) con la primera entrega, Catalyst no ayudará. La respuesta de DICE había sido agregar un pequeño puntero blanco al centro de la pantalla para que el jugador fijara la vista y combatiera la desincronización entre lo que percibía el cuerpo como movimiento y lo que veía. Entre el nuevo render gráfico (aún beta) y la velocidad de las misiones, es un problema que no tendría que haber sido ignorado si la empresa apuntaba a desarrollar un juego que se pudiera jugar por más de una hora.
Falta parchear tantos problemas en apenas un solo mes que, lamentablemente, parece tarde para que el Mirror’s Edge: Catalyst sea un juego que vuelva a romperla en términos de innovación. Pero aún le queda tiempo para salvarse.
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