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Jueves, 25 de septiembre de 2003

JEAN-YVES PRIEUR, BLUES PARA SALONES Y TERTULIAS NOCTURNAS

Muchacho loco

Será en versión Dj. Algo que, según él mismo contó, lo inhibe bastante (al menos, hasta tomarse unas cervezas). Lo cierto es que Kid Loco, nombre clave de la música hecha en Francia en la última década, desembarcará en Buenos Aires con sus vinilos de fácil escucha y probado placer.

POR PABLO PLOTKIN
lLa contratapa del EP Blues Project (1996), la primera grabación que Kid Loco le mostró al mundo, incluía un textito en el que se anunciaba la temática del disco: “Ascenso y caída de Arthur Stewart”, un hipster zen situacionista que, enfadado con el mundo, salía a la ruta para “encontrarse consigo mismo”. “Dios, Sexo, Droga y Depravación”, prometía esa reseña que jugaba con las armas narrativas del blues rural pero que, en verdad, prologaba media hora de electrónica de salón. A Jean-Yves Prieur, parisino conocido como Kid Loco, siempre le sedujo la leyenda autocreada de Robert Johnson, el guitarrista que en una encrucijada de Mississippi pactó con el Diablo los términos de su gloria artística. Y siempre le gustó la idea de fugarse y convertirse, pasar del tugurio punk al crucero mediterráneo, de las selectas bandejas de la Mansión Playboy a la ilusión itinerante del trovador beatnik.
Gustavo Cerati quiso compartir escenario con él en el Festival Inrockuptibles que se celebró en la terraza del Centro Cultural Recoleta. A cinco años de aquella negociación trunca, esta versión post-rave de Serge Gainsbourg –salvando las distancias– actuará como Dj el sábado en Niceto, escala de una gira sudamericana que lo llevó a Santiago de Chile, Valparaíso y las grandes ciudades de Brasil. No habrá, entonces, mucho espacio para sus dos discos de autor: A Grand Love Story (1997) y Kill your Darlings (2001), excepto algunas posibles remezclas (cuestiones de este tipo de ceremonias presenciales; antes un músico podía escatimar sus hits: ahora está en condiciones de escatimar todas sus canciones). En el debut, el francés pimentaba el hip hop downtempo y a la vez denostaba la conversión sintética de sus compatriotas de Air, que por entonces lanzaban Moon Safari. En el segundo se ponía acústico, doblaba las dosis de romanticismo soul e impostaba cierta pose de rolinga despeñado. En “Lucy’s Talking”, le hacía cantar a Hope Sandoval, de Mazzy Star: “Una vez el diablo vino a mi cocina/ y con un cuchillo y un tenedor, se comió mi pollo...”. “Las letras siguen un patrón blues”, aseguraba KL. “Hay una pregunta y una respuesta. Es una buena manera de contar historias en una canción.”
Pero Jean-Yves no era visto como un bluesman. En ese tiempo ya era un productor y Dj codiciado, en especial después de editar su primer set para la colección Dj-Kicks (‘99). Empezaba a notar que era un oficio tan rentable como absorbente. “No soy Dj”, aclaraba este guitarrista que fue punk en los ‘80 (aunque escuchaba más a las Supremes que a los Ramones) y que empezó a mezclar vinilos porque tenía buen gusto, discos interesantes y mucha gente que lo solicitaba en fiestas y previas de shows. Habiéndose ganado cierta reputación de monsieur easy listening, Kid Loco pasaba lo que se le antojaba hasta la noche en que vació una pista de baile con sus mejores cartuchos de hip hop. “La primera vez que pasé música fue para Stereolab en París”, recuerda. “Nunca lo había hecho hasta entonces y cada vez que ponía la púa sobre el vinilo me temblaban las manos, de verdad. Estaba en el escenario, frente al público. Me habían pagado por ello, y a mí me parece estúpido que me paguen por algo de lo que no tengo idea. Solía hacer de Dj en casa con una vieja bandeja, para mi mujer. Pero frente a la gente... Ponía la púa sobre un tema y salía el final del tema anterior. Después mejoré.”
Extrañamente, a Prieur le costó superar los nervios de la tarea. Tocar, en cambio, nunca había representado un trastorno. En una visita a París, Jarvis Cocker, de Pulp, cantó un par de canciones de A Grand Love Story en un programa de radio. Días después se pusieron en contacto y la relación derivó en colaboraciones mutuas (KL incluyó un remix de la banda inglesa en su disco Jesus Life for Children Under 12 Inches). “Toqué con Pulp en Finsbury Park, para 13 mil personas, y no estaba asustado. Pero cuando paso discos, aunque sea frente a cincuenta personas, antes tengo que tomar cerveza.” Más allá del complejo, el trabajo como Dj torció su manera de componer y también la dirección de su carrera. Este año, el sello Treaclepublicó un set de su autoría como parte de la serie Another Late Night. Kid Loco honra su fama de melómano nocturno, internacionalista y sofisticado. Una apertura a cargo del cowboy be-bop húngaro Gabor Szabo, los amoríos golosos de Departure Lounge, la lucidez punk de Public Image Ltd., la suavidad cabaretera de Jon Lucien, el blues primitivo de Billy Wright y el trip hop de Aim... Algunas coordenadas del mapa genético de este francés agnóstico (“cuando era chico intentaron que creyera en Dios, pero no entendí nada: no encontraba diferencias con los dioses griegos”) que evitará a toda costa exponer su cara en la tapa de un disco. La razón, sin embargo, no se sostiene en una hipótesis de autoría e identidad. “Siempre ando metiéndome en disquerías –explica–. Y si estás mirando discos y de pronto te detenés en uno que tiene tu cara, quedás como un tarado.”

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