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Jueves, 13 de junio de 2002

MARIO, EL BATERISTA CONSEJERO

Adorable paranoico

Por Mariana Enriquez

Mario Gimeno jamás había escuchado un tema de los Ramones hasta principios de 1999, cuando supo que Dee Dee Ramone estaba en La Plata audicionando bateristas. “Una amiga que tiene un negocio de instrumentos me dijo que había una posibilidad, y yo lo pensé como chapa, para tocar con alguien conocido. Después hubo una onda impresionante.” Habló con Bárbara y ella le dio una lista de temas para que se aprendiera. Mario, que tiene 49 y es un rockero clásico, no conocía ninguno. Fue a una disquería y compró un compilado para solucionar su ignorancia ramonera. “Ahí advertí que todos los temas eran idénticos. Eso era bueno y malo porque, cuando ensayábamos, no podía distinguir qué carajos estábamos tocando.”
Los ensayos empezaron en un local de 9 y 60, y después se trasladaron a la casa de Mario y su mujer, Gabriela González, que se convirtió en manager del trío (Dee en guitarra y voz, Mario en batería y Bárbara en bajo y voz). “Se empezaron a quedar en casa”, cuenta Mario. “Charlábamos hasta las cinco de la mañana: a mí me explotaba la cabeza. Todo era muy intenso. Nos contaba algunas cosas que, francamente, no sé si eran ciertas. Era muy difícil seguirlo, porque se dispersaba, no terminaba los temas, era muy ciclotímico. Y muy vulnerable, inseguro. Me acuerdo que una vez, poco después de que empezáramos a ensayar, se le metió en la cabeza que quería irse, volver a Estados Unidos. Me llamó y me pidió que lo aconsejara. Este tipo, que tantos idealizaban, que vivió de todo, me pedía consejos a mí, un baterista platense. Yo le sugerí que se quedara, y me hizo caso. Ese mismo día terminó cenando en casa.” Mario y Gabriela creen que se hicieron tan amigos porque ellos no eran ramoneros, no lo idolatraban. Había un cariño personal, dicen, que poco tenía que ver con lo reverencial. Con Mario, Dee Dee tocó su único show en La Plata, en el boliche Chacal, donde no cabía un alfiler. Tocaron casi todos temas de rocanrol clásico, y algo de Ramones, claro. “Dee Dee decía que, en el fondo, era un bluesman. Soñaba con tocar con Keith Richards. Si tengo que calificarlo como guitarrista, diría que tocaba como el orto. Pero quizá fue el guitarrista con más onda, con más personalidad que conocí.”
En ese momento, Dee Dee y Bárbara vivían un poco en casa de Mario y Gabriela y otro poco en hoteles. Querían alquilar algo, pero no conseguían. Gabriela recuerda que Dee Dee estaba convencido de que pesaba sobre su cabeza una maldición. “Decía que lo había maldecido una bruja australiana, una cosa muy loca, y que por eso todo le salía mal. Yo llegué a creerle, porque de verdad tenía mala suerte. Por ejemplo, siempre que estábamos a punto de alquilar, se nos caían los arreglos. El contrato por un disco, que él tenía grabado y que yo tuve que mover en compañías, también se cayó. Se fue muy frustrado de Argentina.” Mario recuerda a un Dee Dee con bajones: “Se tiraba abajo. Decía que estaba hecho pelota, que no entendía cómo Bárbara, tan pendeja y linda, le daba bola. Hablaba de sí mismo en tercera persona, se lamentaba ‘poor Dee Dee, poor Dee Dee’. Pero también tenía sus vedetismos: tenía muchas facetas. Para las cámaras era un showman. En casa, era una mezcla ezquizoide de adorable y paranoico”. Para Gabriela era, directamente, “un gurú y un tierno”.
Gabriela habló con la mamá de Bárbara la semana pasada. “Ella está desesperada. Dee Dee le había conseguido un laburo en un negocio de Beverly Hills, y cuando volvió de trabajar lo encontró muerto. Ya estaba rígido, en un charco de vómito. Trató de revivirlo y después de llamar a una ambulancia se fue a la casa de los vecinos. Está con ellos ahora, y no quiere ni pisar su casa, tiene pánico. Es que es terrible: pasó ocho años con Dee Dee, toda su vida, desde que era una nena, y a mí me consta que era el amor de su vida. Dee Dee también la quería con locura, y la celaba como un enfermo. No sé qué pasó: me extraña, porque a él lo obsesionaba dejarla sola. Estaba medicado con antidepresivos, pero no tengo dudas que le ocultó a Bárbara que había vuelto a la heroína.”
Mario y Gabriela, aunque conocieron íntimamente a Dee Dee y sus demonios, no se esperaban este final. “Cuando estuvo en casa, hacíafierros, comía como una bestia, le pedía a Gabriela que le anotara la marca de la leche, porque le gustaba la Nido, para ir a comprarla. Le encantaba hacer mandados. Yo pensaba que podía llegar a tener un rescate con Bárbara, un retiro tranquilo, el que tenés cuando ya no sos famoso. Creo que muchas de las cosas que hacía en su vida eran expresiones de deseo. Quería comprar un terreno en City Bell, quería tener una familia, tranquilidad, pero ¿cuánto y cómo puede vivir así un tipo que conoció el ombligo del mundo? Era un gitano que yiraba de acá para allá. Lo de quedarse a vivir en Argentina era un lindo sueño, pero no era factible. Dee Dee necesitaba el vértigo. Habíamos perdido el contacto, pero lo voy a extrañar mucho.”

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