Jueves, 22 de mayo de 2014 | Hoy
EL NO Y EL FIFA 94
Por Eduardo Fabregat
La pantalla ardía, y el elenco del NO modelo 1995 también. ¿Cómo olvidarse de esas cosas? La consola 16 bit le dio al equipo que entonces hacía este suplemento horas y horas de entretenimiento al borde de la salvajada, del delirio, de la descerebración. Guillermo Esteban Pintos, Fernando D’Addario, Sebastián Ramos y quien esto firma supimos enzarzarnos en campeonatos –hay que decirlo– mucho más elaborados que lo que el FIFA 94 tenía efectivamente para dar. Los gráficos que hoy lucen toscos era entonces un paso superador a aquellos del Tehkan World Cup que tantas alegrías supo dar al fichinófilo. Se elaboraban estrategias y se armaban torneos que llevaban la práctica deportiva a altas horas de la madrugada y las yemas de los dedos al callo del experto. Rivalidad amable, corazón y pases cortos, o como salieran al apretar el dichoso botoncito.
Y la fantasía, claro, se disparaba. Sobre todo porque en aquella Edad Media del fichín hogareño, EA Sports aún no había “arreglado” con la FIFA, y entonces los jugadores tenían nombres ficticios, a menudo con resonancia al original y más de una vez con efectos hilarantes: el 10 de la Selección Argentina se llamaba Aejio Mardona. No importaba, para nosotros era el Diego, el que había vuelto para rescatar a la blanca y celeste del oprobioso 0-5 ante Colombia, y obraba en consecuencia. Lo demás era adosarles a los jugadores las características que se nos antojaran, elegir nuestra propia aventura futbolística. El equipo con el que solía jugar, Dinamarca, contaba con un nueve que gustaba de estacionarse cerca del arquero rival cuando el 1 debía sacar; la permisividad del árbitro virtual hacía que pudiera estorbarlo, rebotar la pelota en su humanidad y colar un gol a todas luces ilegal. El Pícaro Pedersen, lo llamábamos.
Con el A la pasabas, con el B pateabas (o al revés, la memoria resulta complicada). Y a eso se reducía casi todo, y era mucho. Aquel equipo de trabajo ya no existe, y la consola es una pieza de museo. Pero nada borrará la euforia de la vida y el fútbol en 16 bits, goles que fueron amores de una época irrepetible.
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