FAN › UN FOTóGRAFO ELIGE SU FOTO FAVORITA: LEO LIBERMAN Y “JOY DIVISION” DE ANTON CORBIJN.
› Por Leo Liberman
Una canción, “Decades”, la que cierra el último disco de estudio de Joy Division.
Manejaba de noche por una autopista vacía de Caracas. Hace años que ya no vivía ahí, estaba de visita y tenía el cassette de Closer para acompañarme mientras volvía a la casa donde me estaba quedando. Where have they been? canta repetidamente la voz de Ian Curtis. Acelero contemplando las luces blancas reflejarse en el parabrisas y estirarse, desapareciendo.
Antes que ser fotógrafo pasé por la idea de ser cineasta, a los 15 años. Y un poco antes, con mi núcleo fuerte de amigos del secundario, quise tener un grupo de rock. La ingenuidad se contrastaba con algo real: para hacer una banda tenés que saber tocar un instrumento o al menos tenerlo.
Mi pasión y deseo de ser rockstar quedó doblegado por el nulo talento musical, pero eso no impidió que me gustase comprar discos. Y de los discos pasé a los libros y de los libros a querer formarme más
Aunque luego me volqué con fuerza hacia la fotografía documental –nada que ver estrictamente con la música–, siempre he encontrado mis influencias por fuera de una relación directa con la foto. Corrijo: mi relación directa es a través de otras disciplinas creativas y no siempre atadas a la realidad o al hecho periodístico.
Me gusta cuando todo se cruza y se va encontrando esas relaciones de tejidos invisibles que construyen a nuestra subjetividad. Joy Division retratado por Anton Corbijn es un buen ejemplo. Tengo en mente dos retratos que me cuesta separar uno del otro, aunque me inclino por el de la entrada a un túnel. Soy fan de ambas imágenes porque las encuentro como contracaras de sí mismas. En una predomina el blanco, la nieve, el frío del acero de un puente. Aunque mi elegida hoy es negra, descendente, invernal. La veo y me sonrío porque me cautiva el juego mental, imaginativo, de haber estado ahí. Hago el ejercicio de ponerme en su lugar y situarme caminando con Joy Division por las calles de Manchester, pasando por los edificios industriales abandonados, buscando un buen lugar para el retrato. Y más aún, siendo fotógrafo siento que podría haberla hecho yo esa foto (algo que encuentro común en los fotógrafos y peligrosamente falso). No estuve ahí, nunca estuve en Manchester y era apenas un niño cuando nació, creció y murió Joy Division.
Corbijn dispara la curiosidad y la envidia en mí. Envidia que espero sea sana. Ha conocido a muchos de los músicos que me gustan y ha construído íconos dentro de la historia del rock. Creo que el arte del retrato mucho depende de las relaciones que se establecen, es algo que trasciende a lo visual y a todo lo creativo o técnico que pueda ser el fotógrafo. ¿Cómo habrá sido estar con los Division en la efervescencia de una carrera corta?
Me pregunto qué admiro más, si la imagen que produjo Corbijn o Joy Division, cuya música me acompaña desde hace años. Una foto con sonoridad o canciones que acompañando vivencias se hacen cuadros. Luz afinada podría llamarlo. Probablemente la respuesta la encuentro en ambos y depende del humor de mi día. Entonces cuando me dispongo a fotografiar, aunque no esté retratando puedo ver y escuchar.
También encuentro que esas aguas divididas pero convivientes en ambas imágenes son el contraste que tanto me gusta trabajar, son ese blanco y negro que tanto disfruto y me saca de las ideas reales. Con el tiempo he aprendido asimismo a incluir ciertos grises, porque la negociación es necesaria ante la diversidad de ideas.
Es un alivio y aire fresco para el alma de un nostálgico confeso como yo, poder cerrar los ojos y volver a esa autopista. Mientras Ian Curtis se da vuelta para bajar las escaleras del túnel en el que estaba y tararear “Atmosphere”… Walk in Silence, Don’t Walk Away.
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