FAN › UNA MúSICA ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: DANIELA ZAHRA, DE MUJERCITAS TERROR, Y “STATUES”, DE MOLOKO
› Por Daniela Zahra
Podría haber elegido cualquier canción de Moloko porque todas me fascinan y cada una tiene un sentido especial en mi vida; pero elegí “Statues” porque fue la que selló mi encantamiento con Moloko y con su cantante Róisín Murphy en particular. La conocí en el año 2004 por mi amigo Germán, una de las personas con el gusto musical más extraño y exquisito que conozco y con el que compartimos mucha música, aunque últimamente no estábamos coincidiendo tanto.
Moloko me impresionó desde el primer momento, aunque tardé un poco en reconocerlo; es como había imaginado a una banda pop perfecta, músicos increíbles y una cantante que solo podría definir como un ángel del futuro. Hermosa, original, disparatada, elegante, ambigua, atemporal. Siempre fui muy fanática de las cantantes de los años 50 y 60: The Shangri-las, Lesley Gore, Annette Funichelo, Marianne Faithfull y, en lo más alto, Eartha Kitt. Idolas, amigas imaginarias, compañeras odiosas del colegio, diosas, madres, tías buenas y tías no tan buenas, maestras. Todas ocupan su lugar en mi imaginario sueño musical.
Conocí a Róisín Murphy y en un principio, durante un lapso muy corto, tuve un cierto prejuicio por ese sonido asociado a propaganda de Gancia o a música de desfile de moda. Estábamos con Marcelo y Germán en casa tomando un café. Cuando Germán puso el disco yo no quise decir nada, ni bueno ni malo, bastante descreída de que una mujer de este tiempo pudiera ser mi amiga, y aunque algo en mi se resistía, todo lo demás moría de intriga, y como una niña que finge no estar desesperada por abrir su regalo, eso fue lo que hice, no lo abrí. Recuerdo que mientras escuchábamos Germán nos contó que el titulo de su primer disco, Dou You Like My Tight Sweater? («Te gusta mi sweater ajustado?»), fue la pregunta que le hizo Róisín a Mark Brydon –el músico con el que más tarde serían pareja y armarían Moloko– cuando lo conoció. Me hizo gracia la anécdota y al día siguiente en mi soledad me puse a mirar un recital subtitulado de Moloko completo. Sin duda verlos en vivo fue muy diferente a escucharlos solamente. ¡Se veían tan bien juntos! Siempre me llamaron mucho la atención las bandas en las que todos los músicos son hombres y canta una chica, pero en este caso en especial me sorprendieron aún mas ya que parecía como un gran laboratorio donde hombres de ciencia realizan su tarea buscando una fórmula perfecta y ella, la heroína que de ciencia nada sabía, aportaba el ingrediente mágico a esa fórmula y también la hacía peligrar.
Todos eran hits pero de otra especie, hacía mucho tiempo que una banda no me daba tantas ganas de bailar y, cuando llego la canción “Statues”, aluciné. Había que dejar de bailar , el clima se volvió denso como cuando se avecina una gran tormenta y el cielo se pone negro, me sorprendió la versatilidad absoluta de la banda, como de climas tan altos podían bajar a los más melancólicos y misteriosos sin perder absolutamente nada. Antes de empezar a cantar ella dice algo así como «Moloko es una historia desde hace diez años y esta canción es parte de esa historia», ¡oh! ¡qué terrible!, pensé, ¿qué está haciendo? ¿qué va a cantar? sonaba a declaración, a la parte triste de la película.
Entonces empezó a sonar una de las canciones más desgarradas que escuché en mi vida, parecía hablar del fin de su banda y de su relación, pero pude entender que en realidad era como el fin de su mundo; tiene una frase tan visual y perfecta que dice: “Si todas las estatuas en el mundo pudieran volverse de carne con dientes de perlas / serían suficiente para hacerme sentir bien, reconfortarme ?...” Escuché todos y cada uno de sus discos y comprobé que su forma de escribir me encantaba. Y en efecto Statues fue el último disco de Moloko, la despedida; nunca antes había escuchado un último disco de una banda en el que se hable completamente del final de la misma; después ella seguiría su carrera solista como Róisín Murphy y sus discos son muy buenos también. Al tiempo cuando volví a ver a Germán le confesé mi fascinación y le agradecí por haberme hecho conocer esa belleza, esa nueva estatua para mi altar que llegó justo cuando la necesitaba.
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