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Domingo, 14 de marzo de 2010

FAN › UNA FOTóGRAFA ELIGE SU FOTOGRAFíA FAVORITA: GUADALUPE MILES Y LA BUENA FAMA DURMIENDO, DE MANUEL ALVAREZ BRAVO

Dormir al sol

 Por Guadalupe Miles

Elijo esta fotografía de Manuel Alvarez Bravo porque es una imagen que está presente en mí, como una constante, una referencia.

Alvarez Bravo me resulta absolutamente simple. Simple y al mismo tiempo complejo, porque lo intuyo. No hace falta casi nada. Así lo siento en toda su obra.

El mira lo mínimo, a veces solamente la luz. Sea una leve línea que entra por una ventana, o como en este caso, el pleno sol del mediodía. La luz “es”. Luego, la suma se convierte en abstracción.

Las imágenes que crea se adelantan y siempre me muestran más allá, porque aportan una nueva visión. Nos abre un espacio que no es literal. Todo eso ve el fotógrafo, todo eso es lo que nos muestra, nos regala.

En la Buena Fama durmiendo los pocos elementos se suman a la placidez de la mujer que allí reposa, serena al sol.

La escena es real y es ficción. Es un juego. Me gusta cómo él la mira a ella. Y lo que allí se crea es inmenso, es como de un inmenso amor. Ella está posando, absolutamente distendida. Se muestra como es, y su figura es fuerte porque no hay artificio. Es ella, es la luz, es el lugar y es quien la mira. Y en ese estar detenido en el tiempo, en ese reposo, hay goce y belleza. Algo sutil, delicado y poderoso a la vez.

Aquí reside la magia y el poder del retrato, esa relación que se crea entre quien posa y quien retrata. Allí donde sucede “algo”, un algo de otro orden que se devela. La luz nos muestra, nos hace visibles.

Alvarez Bravo también crea en esta imagen una reconstrucción de la femineidad. La regeneración de ese cuerpo. En el cuerpo femenino, lo femenino en sí mismo.

La imagen me resulta familiar, la frazada en el piso, la mujer, sus rasgos, la luz. Elementos claramente de mi entorno.

Hace poco encontré la secuencia de fotos de la obra. El proceso de “construcción” de la imagen, las tomas anteriores y posteriores. Fue increíble para mí tener acceso al desarrollo de la escena. Siempre resulta interesante ese recorrido, ver cómo se llega a una imagen, ya que de algún modo lo que aparece alrededor la completa. Es como una leve sensación de felicidad y complicidad que surge al poder verla.

Carlos Fuentes, refiriéndose a la obra de Alvarez Bravo, escribió: “Sus fotografías hacen espiritual el cuerpo de la mujer. Pero también hacen físicamente visible el alma de la mujer. Es por eso que le damos las gracias, y lo miramos para siempre, mientras él, también para siempre, nos mira”. Manuel Alvarez Bravo fue un fotógrafo y artista plástico nacido en México en 1902, que vivió cien años retratando la vida de su pueblo y su gente. El encuentro y la amistad con Tina Modotti y Andrés Rivera resultaron determinantes en sus imágenes desde el punto de vista ideológico y político. Desde un principio, Alvarez Bravo buscó alejarse del pictorialismo fotográfico creando imágenes que cautivaron inmediatamente a los surrealistas. Tanto sus imágenes yuxtapuestas como la ironía constante en su discurso visual atrajeron a André Breton, padre del movimiento y quien lo invitó a crear la imagen para la portada del Catálogo de la Exposición Surrealista Internacional hecha en París en 1939.

Alvarez Bravo siempre ha nadado a contracorriente de las imágenes aceptadas y establecidas socialmente, utilizando el humor y el sarcasmo para contradecirse a él mismo y a su entorno.

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