Domingo, 15 de junio de 2014 | Hoy
FAN › UN MúSICO ELIGE SU DISCO FAVORITO: DARíO JALFIN Y PARATODOS, DE CHICO BUARQUE
Por Darío Jalfin
Paratodos, pero escrito todo junto, eso es lo que siempre me llamó la atención. Y parece que, inconscientemente, quise mantener el enigma hasta hace poco.
El disco estaba ahí en el modular de la casa de mis viejos desde que salió, en 1993. Y yo en los años siguientes, mientras terminaba la secundaria, mientras decidía que iba a estudiar composición en la facultad, me iba devorando lentamente la discografía completa de Chico, salteándome llamativamente este bocado. A pesar de que en casa Buarque sonaba antes de que yo existiera. Durante mi infancia rotaban mucho tres de sus discos: Construcción, Vida y Almanaque. Calculo que para mi vieja, principal fanática de la familia, cerraban algún tipo de círculo dentro de su obra.
Años después empezó a sonar O grande circo místico, Sinal Fechado, Francisco... Pero ya pasado el ’93, yo ya transformado en músico –y enfrascado en una exploración buarquiana exhaustiva–, los dos discos que me fanatizaron fueron el vivo en Paris Le Zenith y Uma palabra, curiosamente el anterior y posterior a Paratodos en su discografía. Debo haber cruzado la mirada muchas veces con ese disco de tapa rara, decidiendo recurrentemente no agarrarlo...
En enero de 2014, mi vieja nos invitó a mi mujer y a mí a pasar unos días de vacaciones en el mejor lugar del mundo para que un argentino escuche un disco de los ’90: Punta del Este. Nos fue a buscar en auto a la estación de micros y apenas nos subimos ya lo oímos a Chico cantando con Gal Costa uno de esos temas canónicos que sólo puede hacer así él o, más cerca de casa, Juan Quintero.
Como mi vieja nos dejó el auto, nos pasamos 10 días yendo y viniendo de una playa lejana, escuchando Paratodos. A esto se sumaron varias salidas nocturnas: a comer a Maldonado, a ver al Negro Aguirre a Medio y Medio. En estos casos se escuchaba el disco a la ida y a la vuelta. Calculo que, en promedio, lo escuchamos entero entre tres y cuatro veces por día. Hubo escuchas con mi esposa (María Ezquiaga) leyendo en simultáneo y en voz alta las letras, rebobinadas a repetición para sacar entre los dos el coro que Chico le hacía a Gal con la idea de incorporar un tema a nuestro repertorio en dúo, debates sobre las canciones antes de quedarnos dormidos y hasta una charla con mi cuñado, que resultó ser un fanático y hasta cantó algunos fragmentos de viva voz en un asado familiar.
A la vuelta, ya convertido en un “talibán paratodiano”, recuerdo una charla con Lucio Mantel, que aportó que “Biscate”, uno de los temas, significa “changa”, y otra después de un show de Tatadiós Cuarteto en el que canté como invitado otro tema de Buarque, “Cecilia”, en la que el entusiasmo por Paratodos de los Martínez Pantyrer y Sued, me hizo sentir igual que en la secundaria cuando te enterabas de que a un compañero le gustaba Spinetta: más acompañado en la propia existencia.
Del disco no voy a decir mucho. Como buen fundamentalista, no creo tener nada para aportar.
Digamos que el primer tema es una genealogía que mezcla antepasados, con el “maestro soberano” (Jobim) y sus músicos contemporáneos, que otro dice que “aunque los cantores sean falsos como yo, serán bonitas, no importa, son bonitas las canciones”. Después le canta al samba, en un regreso imaginario a sus raíces, arrepentido de haberse alejado (“Pensó que no venía más, pensó / Se cansó de esperar por mí”); en otro le pregunta a la jermu por qué se gastó en cognac la plata que le dio para la leche y que lo deje ver tranquilo Flamengo vs. River Plate; y por último le hace un tema al arte de tapa: él, tan jovencito, demorado en la comisaría, sacándose la foto para la tapa del disco. “Se prepara para dar la cara a la tapa.”
Den la cara y escúchenlo. Y si saben por qué Paratodos está escrito todo junto, por favor no me lo digan. No quiero saberlo.
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