Domingo, 13 de noviembre de 2011 | Hoy
SALí
El gato viudo: burritos al por mayor
Cuando la luna se pone regrandota/como una pelotota y alumbra el callejón/se oye el maullido del triste gato viudo/y su lomo peludo se eriza con horror. Así empieza la pegadiza canción de Salvador “la Chava” Flores que le dio el nombre a esta burrería del microcentro, con una diferencia: acá el gato viudo –salvo los viernes– aparece de día, con la luz del sol: más específicamente, de 11 a 18, cuando la zona explota de oficinistas voraces. ¿Por qué burrería? Porque si bien hay algunas entradas, botanitas y otros platos, el fuerte de la casa son los burritos, unas deliciosas tortillas de harina de trigo untadas con aderezo de frijoles, que envuelven en forma de paquete diferentes rellenos: cerdo, pollo, res, queso o verduras (cada uno a $16).
Los burritos son una comida al paso originaria de Ciudad Juárez (estado de Chihuahua), donde también nació Lidia, responsable del negocio, junto a su pareja, Ariel. “Allá se comen a cualquier hora, desde el desayuno en adelante, son el eje de la dieta diaria. Los chicos se los llevan a la escuela, los trabajadores a las maquiladoras y a las fábricas como lunch”, cuenta. Los orígenes del platillo se pueden rastrear: fue durante la Revolución Mexicana (1910-1921) cuando a un tal Juan Méndez se le ocurrió envolver la comida en tortillas grandes para mantenerla caliente; el reparto más allá del río Bravo y al otro lado de la frontera lo hacía montado a un burro.
Cuando Lidia llegó a Buenos Aires, hace dos años, para estudiar una maestría de ingeniería sanitaria, se dio cuenta de que aquí la comida mexicana era un boom, pero siempre asociada a algo más formal y al plato: ella quería lo contrario, algo rápido, informal, para comer y seguir.
El local sobre Viamonte es sencillo y mínimo –hay una mesa comunitaria y un par de mesitas para dos–, así que entre las 13 y las 15 lo mejor es pedir delivery o para llevar. Lidia y un ayudante de cocina se ocupan de tener todo listo hacia el mediodía para empezar a despachar burritos al por mayor en la barra. Las tortillas –elaboradas sin grasa animal– son ricas y ligeramente crocantes. Entre los rellenos recomendados está el de Chili beans y el Alambre (tiritas de res sazonadas con morrones verdes, cebolla y queso fundido, $17). También hay opciones para vegetarianos, quesadillas con guacamole ($20) y fajitas, la variante tex-mex del burrito. Las salsas vienen en cinco intensidades, desde la suavecita hasta la bravísima Chiles Toreados, sólo para valientes. Hasta las 16 hay convenientes menús con bebida, entre $38 y $48. Desde una de las paredes, mira Pancho Villa, icono revolucionario que tiñe de mexicanidad el centro porteño.
El gato viudo burritos queda en Viamonte 985. Teléfono: 4393-1932. Horario de atención: lunes a jueves de 11 a 18; viernes de 11 al cierre.
Melao: en búsqueda del sabor
“Pasa, estamos cocinando pa’ti”, se lee en la puerta de madera. Una vez dentro, la sorpresa: comer en Melao es comer en una cocina. Literal. Todo está a la vista, desde los fuegos y la pequeña mesada hasta las bachas, los tarros con especias, bolsas de harina y más. Una vez que se acepta este detalle, es un sinsentido ponerse quisquilloso: la luz es de tubo, hay paredes de azulejos, uno seguramente se vaya cubierto de olor a comida o lagrimee mientras pican o fritan la cebolla. Inaugurado hace dos años en una tranquila calle de Villa Crespo, Melao es el capricho de Yilán Gil Guzmán, una cubana de La Habana, locuaz y movediza, que llegó en 1996 a Buenos Aires, tras vivir en México y Colombia. Aquí trabajó en varios restaurantes e inauguró su propio catering hace ocho años, hasta que a pedido del público abrió las puertas de su cocina.
En algunas reseñas se describió la cocina de Yilán como exuberante, bizarra y estrambótica, y a su lugar como uno de los más raros de la ciudad. Algo de eso hay. En su descargo, ella afirma que su única motivación es “la búsqueda del sabor”, y luego dice que el sabor está presente sobre todo en las regiones tropicales y subtropicales. Así, su cocina y su carta –que cambia cada tres meses– son un alucinado paseo por medio mundo con una fuerte impronta latinoamericana y del Caribe, pero también con comidas tradicionales de India, Tailandia, Cachemira, Vietnam, Egipto y hasta Madagascar.
La carta es imposible de reproducir. Extensa y –de nuevo– exuberante, se la podría estudiar durante horas sin aburrirse. Hay entradas o “abrebocas”, principales, tragos típicos, postres, un anexo de recomendados mexicanos (mole poblano, chimichangas de Culiacán) y cubanos (desde el clásico ropa vieja hasta fricasé y quimbombó). Cada plato tiene un nombre de fantasía, una minuciosa descripción de los ingredientes y en negrita un adjetivo o una frase que lo resume (prepotente, potente, para sabios, guauu, sólo para machos, excelente). Hay varios componentes que se repiten: cilantro, aceite de dende, plátano, frijoles, maní, leche de coco. Los que no toman alcohol tienen en las “aguas frescas del Chavo del 8” (la jarra a $25) una opción saludable y refrescante: hay de piña, tamarindo, guayaba, maracuyá y otras frutas tropicales.
Los principales cuestan entre 40 y 65 pesos, pero en la web (www.melao.com.ar) hay cupones y promociones que abaratan notablemente la experiencia. Desde la vereda, la cadencia de la salsa y el merengue llaman a la par del aroma intenso de las especias. Cuestión de probar y dejarse seducir por tanta exuberancia.
Melao queda en Castillo 52. Teléfono: 4854-5920. Horario de atención: lunes a viernes de 18 a 1; sábados de 11 a 1.
Caracas bar: con inspiración venezolana
En la mítica esquina donde por muchos años funcionó el también mítico Mundo Bizarro se encuentra este bar-restaurante de inspiración venezolana, uno de los dos lugares en la ciudad –el otro es Arepera Buenos Aires, en Almagro– donde se pueden probar las famosísimas arepas, además de otras especialidades del país bolivariano como tequeños, bastoncitos de yuca frita y variedad de cócteles a base de ron. Inaugurado hace casi dos años, Caracas es un emprendimiento de dos venezolanos y el argentino Emanuel Marassi, con ocho años de experiencia previa en el populoso irlandés Shamrock. Juntos decidieron crear este espacio que reúne buena comida, una barra linda y bien provista, exposiciones de arte, noches de dj y una terraza espaciosa y bien ambientada, que en la temporada primavera-verano se convierte en una de las más felices de Palermo.
Si bien está abierto desde el mediodía, el lugar empieza a brillar a partir de las 19 con el aliciente del happy hour (dos cervezas por $16 y tragos a $20) y la puesta en escena nocturna, que le sienta tanto mejor. A fin de cuentas, queda claro que antes que restaurante, Caracas es un bar. A esa hora se escuchan muchos panita, vaina, chévere y otros giros lingüísticos (un detalle de color: todos los mozos y cocineros son colombianos o venezolanos) y la música empieza a sonar más fuerte. Los jueves es una de las mejores noches, con la presentación de DJ Malibú, y los viernes y sábados las bandejas quedan en manos venezolanas, con una propuesta de salsa, indie y grunge. La mayoría del público y habitués orillan los veintalargos y treintas.
Los neófitos en este tipo de cocina pueden pedirse una degustación de pasapalos típicos ($90) o los tequeños ($35), unos sabrosos bastones de queso blanco fritos. Pero la especialidad son las arepas, que conforman su propia categoría. En su reino, hay sencillas (queso blanco, pollo, carne mechada, perico) a $32, especiales (sobresale la Pabellón, con carne mechada, caraotas, tajadas y queso blanco, y la Rompe Colchón, con mix de mariscos a la vinagreta) a $40 y las mixtas, como la Reina Pepiada –pollo, palta y mayonesa, sale fría– o la Rumbera a $36. Seguir la lista es innecesario: en total hay 21 variedades. Para cerrar, lo mejor es la torta tres leches ($22) y entre los tragos, los de las casa, el Mojito Caracas y el Lady’s Caracas, preparados con ron caribeño San Teresa.
En una de las paredes, una imagen con luces de la bella capital venezolana -–”la sucursal del cielo”, tal uno de sus apodos– custodia el lugar. Como debe ser.
Caracas queda en Guatemala 4802. Teléfono: 4776-8704. Horario de atención: lunes a sábados, de 12 a 4.30.
Fotos: Pablo Mehanna
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