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“Hace muchos años me enteré de que más del 90 por ciento del cine mudo y casi el 50 por ciento del cine sonoro argentino se encuentran perdidos. Desde entonces, me propuse recuperar parte de esas películas desaparecidas.” Con esta frase no poco alarmante, que vale no sólo de apertura sino también a modo de declaración de principios, la voz de la crítica e historiadora Paula Félix-Didier, actual directora del Museo del Cine, da comienzo a cada una de las ocho entregas de Películas recuperadas, una serie documental dirigida por Lorena Muñoz que se emite, desde el pasado viernes, por Canal Encuentro. Con una estética amigable y distendida, clara desde la banda musical especialmente compuesta por Me darás mil hijos, cada uno de los capítulos aborda el peculiar trabajo que permitió a la conductora y su equipo, integrado por Evangelina Loguercio y Andrés Levinson, encontrar el rastro de distintos materiales, de los que en muchos casos ni siquiera se tenía noticia.

Un mediometraje gauchesco producido por un farmacéutico santafesino; un documental sobre las Islas Orcadas de 1927; un ostentoso registro celebratorio de la fortuna de la familia Anchorena; un western paródico realizado por un grupo amateur de Mendoza; un corto de animación e incluso buena parte de la producción del cine de los viejos y míticos estudios componen, a lo largo de estos ocho capítulos, un intrincado mosaico sobre la historia de las imágenes y los usos del registro audiovisual en la cultura argentina. Desde la erección de una Hollywood criolla en Mendoza a la existencia de grupos de aficionados que, entre 1930 y 1950, empleaban fílmico de 8, 16 y hasta 35 mm con propósitos totalmente distintos de los que tendrá luego el registro audiovisual hogareño, por no hablar del trabajo de reconocidos pioneros como Federico Valle y Quirino Cristiani, cada una de estas películas permite a los televidentes, más allá de conocer ciertas prácticas y problemáticas de la tarea de restauración, advertir el peso de una historia mucho más rica y compleja de lo que en principio se podría suponer.

A decir verdad, es preciso advertir que la crisis del archivo de la imagen, en nuestro país, es mucho más severa de lo que cualquiera podría suponer, en tanto no sólo comprende la pérdida de materiales con posible valor historiográfico o documental (es decir, películas que podrían servir de fuente para el análisis y la investigación), sino incluso la desaparición de títulos de gran valor estrictamente cinematográfico. A manera de ejemplo, basta citar el caso de Quirino Cristiani, caricaturista y animador que con singulares técnicas realizó en 1917 el primer largometraje de dibujos animados de la historia, El apóstol, del que no existe copia en el mundo, al igual que ocurre con prácticamente toda su producción. La séptima emisión de Películas recuperadas, de hecho, está dedicada a la restauración de breves animaciones suyas encontradas en varios rollos de nitrato del Noticiero Film Valle, de la década del ‘20, que durante todo este tiempo permanecieron en el Museo del Fin del Mundo, en Ushuaia.

De hecho, los lugares donde aparecen estas películas, a veces en condiciones de franco deterioro a pesar del cuidado que se les prodigara, son muchas veces tan curiosos como el material en sí, como ocurre en el capítulo dedicado a La Emilia, en el que el rastro de un rollo de viejas actualidades conduce al equipo al descubrimiento de una pequeña localidad surgida en torno de una enorme fábrica textil, que puso a disposición de los habitantes un club y un cine de mil seiscientas butacas. Por momentos, el interés por las relaciones que establecían aquellos viejos establecimientos industriales con sus pequeñas comunidades satélite, a partir de una comprensión distinta del lugar y el valor de los obreros en la cadena de producción, desplaza incluso el foco de atención, en lo que constituye no un error sino uno de los mayores aciertos de la serie.

Al igual que hiciera en su documental Los próximos pasados –donde la leyenda del famoso mural de Siqueiros, su desmantelamiento y el peligro que corrían las piezas le sirvió también para contar la vida del excéntrico Natalio Botana y los avatares de toda una época del periodismo argentino–, aquí la directora Lorena Muñoz restituye, por medio de testimonios indirectos, los contextos de producción, consumo y circulación de esos materiales, iluminando el vínculo indisoluble entre la historia del medio y la historia social en que se inscribe. Cada una de las películas recuperadas se convierte así en el pasaporte no sólo a un modo de pensar y practicar la imagen, o a un registro documental de épocas pasadas, sino también a una nueva comprensión del presente, ya sea por su distancia respecto de aquellas circunstancias o, antes bien, debido a su pasmosa subsistencia (como muestra, con sutileza poco habitual, el capítulo dedicado a En tierras nuevas donde el oro abunda, al desnudar la inextinguible continuidad de los dueños de todo).

Se trata, una vez más, del poder fascinante e hipnótico del archivo, atestado de presencias fantasmagóricas que sorprenden por su inagotable capacidad de decir el presente mucho más que de revivir el pasado.

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Películas recuperadas se emite los viernes a las 23.30, por Canal Encuentro, con repeticiones los domingos a las 4, y martes a las 13 horas. (Esto permitirá que quienes se hayan perdido la emisión del primer capítulo el viernes 11, puedan disfrutarlo el próximo martes.)