Domingo, 15 de octubre de 2006 | Hoy
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El diseño no es especialmente bonito. Más bien al contrario: se trata de una página rudimentaria y desprolija, que contrasta con las preciosuras flash y los diseños minimalistas que pululan en la web. Pero la docencia a la antigua suele ser árida y poco vistosa. Y ésa es la intención de Masters of Photography, una galería básica que abarca el trabajo de los cincuenta fotógrafos más importantes de la historia —con algunas ausencias, y presencias, cuestionables—. Aquí se puede acceder no sólo al trabajo sino también (aunque sólo en inglés) a biografías básicas y artículos técnicos sobre los clásicos: Berenice Abbot, la fotógrafa que documentó en blanco y negro la Nueva York de los años ’30 y que tomó aquel famoso retrato de James Joyce; André Kértesz, pionero húngaro del fotoperiodismo que comenzó a trabajar durante la Primera Guerra Mundial; Robert Doisneau, el cronista de París; la fascinante mexicana Tina Modotti, fotógrafa, actriz muda y musa; el valiente William Eggleston, que llevó la fotografía color a las galerías de arte del mundo; el checo Josef Koudelka, que fotografió los tanques soviéticos cuando entraron en Praga en 1968, y luego continuó tomando increíbles imágenes de Europa en los años ’70; Robert Mapplethorpe, con toda su sexualidad y elegancia.
La definición de las fotos en Masters of Photography es muy buena, pero no ideal: unos 640 x 480. Pero para quienes quieran todo el material del sitio en alta definición, el webmaster ofrece un CD-rom a U$S 50 con beneficios adicionales como más fotos y autores que no se encuentran en la versión online.
Pero para quienes sólo quieren aprender nociones básicas de la historia de la fotografía, el sitio ofrece un primer peldaño ideal, con sequedad y sencillez. Como un profesor que se luce poco, pero hace bien su trabajo.
www.masters-of-photography.com
En 1947, los fotógrafos Capa, Seymour, Cartier-Bresson, George Rodger, Bill y Rita Vandivert fundaron la agencia Magnum, la cooperativa de fotógrafos más famosa del mundo, controlada por sus miembros y con oficinas en Nueva York, París, Londres y Tokio. Entonces, los motivos fundamentales de la fundación fueron la coincidencia en cuanto a las experiencias durante la guerra, y cuestiones de copyright —la propuesta era defender ferozmente los derechos de los fotógrafos—. Hoy las leyes han cambiado, pero el prestigio de Magnum no. Y en su sitio web principal es posible ver el trabajo de todos sus miembros, presentes y pasados. El objetivo de la página es vender fotos y libros, pero permite explorarlos y así acceder a todo el material. Eso sí, todo con discretas marcas de agua como protección; molestan, pero no tanto como para no apreciar las imágenes.
Allí, entonces, se puede recorrer el trabajo de los más célebres fotoperiodistas: las imágenes clásicas de Robert Capa, con Londres durante los bombardeos, el desembarco en Normandía o la Guerra Civil Española; la elegante e irrepetible mirada de Henri Cartier-Bresson; las increíbles fotos de leyendas del jazz (Miles Davis, Dizzie Gillespie) de Guy LeQuerrec; la Inglaterra kitsch y la vulgaridad del consumo en masa por Martin Parr; la presencia de Susan Meiselas en las guerras civiles de El Salvador y Nicaragua. Y también se puede, claro, recorrer las presentaciones especiales de temas de actualidad, con colecciones de fotos periodísticas sobre temas diversos como el huracán Katrina, Cuba, los graffiti iraníes, el Líbano después de la guerra y los glaciares europeos en extinción.
Repasar álbumes familiares ajenos suele ser una tarea muy aburrida, pero si esas fotos fueron encontradas en mercados de pulgas, en negocios de artículos usados, en bolsas de basura, en casas abandonadas, o incluso en la calle, el escenario cambia. Se le agrega misterio, y preguntas. ¿Por qué se tiraron las fotos? ¿Nadie en la familia quiere conservarlas? ¿Qué fue de esa gente retratada? ¿Seguirá viva?
El sitio de la fotógrafa holandesa Astrid Van Loo reúne, justamente, fotos encontradas. Ella misma las selecciona, y todas son curiosas, bellas o sorprendentes por algún motivo. Los usuarios se las mandan desde todo el mundo y las colecciones se dividen por épocas. En el grupo pre años ’30, por ejemplo, se ve a una niña —una suerte de Alicia de Lewis Carroll— sentada sobre una mesa, con dos hombres trajeados que la flanquean. Esa fue hallada en un mercado holandés, como la de la simpática monja que le sonríe a la cámara. En la sección 1930-1950 aparecen más curiosidades: una foto color de una hermosa mujer china con un ramo de claveles en el pecho, encontrada en Shanghai; una anciana fumando pipa, muy arrugada, en blanco y negro, hallada en una subasta en Ohio. Y la más inquietante: una preciosa adolescente en shorts y remera, parada sobre una vía de tren, con un texto sobre la imagen que dice: “Venita en camino a visitar la casa encantada”. ¿Habrá llegado, o los espíritus de la casa se apoderaron de ella? Otra foto invita a imaginar por qué fue desechada: una pareja aparece sentada sobre el pasto, y ambos están con los ojos cerrados; típica foto que se tira, aunque el efecto es un tanto tenebroso.
En la sección 1950-1970 hay tres chicos en la playa, jugando; fue encontrada en una playa de estacionamiento de Dallas. Y en una casa abandonada de Berlín aparecieron tres adolescentes con 50 cervezas y una fecha: 1969. “Queremos que éste sea el hogar para estas fotos, un lugar de descanso para los sin nombre y los perdidos”, dice la portada del sitio. Y lo está logrando.
Hay varios museos de fotografía online, pero el sitio del Museo de Fotografía Contemporánea de Chicago es un tesoro escondido por muchos motivos. Especialmente por su generosidad. Haciendo click sobre el link de la colección permanente, se accede a todos los fotógrafos que tienen trabajos en el Museo, cada uno con varias fotos de muestra, y una prolija biografía y apreciación crítica. Y hay grandes nombres: Diane Arbus con su colección de marginales y desconocidos retratados en la calle, el siniestro Joel-Peter Witkin (famoso por su uso de cadáveres y restos humanos), la neoyorquina Nan Goldin con su trabajo autobiográfico, y súper clásicos como Robert Doisneau.
Pero el Museo de Chicago tiene gran cantidad de fotógrafos menos célebres e igual de interesantes, además de artistas novísimos. Por ejemplo, se pueden ver las fotos de la serbia Maria Abramovic, performer que desde los ’70 usa su propio cuerpo como objeto de su obra; pero también se puede conocer el futuro con nombres como la alemana Loretta Lux, que empezó a fotografiar en 1999 y se especializa en retratos de niños, muy estilizados, con ropa vintage —en muchos casos, la propia de cuando era chica— y en escenarios de escenografía artificial. O Sarah Faust, que investiga la expresión femenina e impresiona con una foto de su propia madre, muy rubia, descansando o quizá algo borracha en una pequeña cama de hotel en Barcelona. O Carla Anderson, que desde 1989 retrata el Sur profundo de los Estados Unidos, con verdes fantasmagóricos, mansiones abandonadas y cruces al costado de la ruta. Una invitación a revisitar viejos conocidos, y conocer a parte de los fotógrafos más recientes.
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