Domingo, 19 de octubre de 2003 | Hoy
VALE DECIR
Las
blancas nieves del tiempo platearon sus siete sienes
Tiempos de confusión para el público infantil (y no tanto)
de la República China: se trata de un “evento” publicitario,
una de esas ideas que suelen pergeñar las agencias en noches de insomnio
con la intención de desvelar al mundo con su creatividad, pero cuyos
resultados, en este caso, bien podrían ser confundidos con la promoción
de una nueva película porno. El producto a vender: una píldora
para el crecimiento. Los protagonistas del aviso: los siete enanos y la mismísima
Blanca Nieves. El argumento: los enanos toman la píldora, que resulta
ser muuuuuuy efectiva, dejan de ser enanos y el cuento pasa a ser algo así
como Blanca Nieves y sus Siete Tipos, con todo lo que eso puede implicar. A
pesar de que la “pieza publicitaria” propone de manera abierta la
poligamia, las autoridades de la provincia oriental de Jiangsu, donde el público
está siendo sometido a sus efectos, alegan que hasta el momento no ha
habido quejas. Pero, de acuerdo con uno de los periódicos matutinos más
importantes del sur del país, más de un niño chino ha quedado
absolutamente perplejo ante la resolución del viejo cuento sobre la solterona
que vivía en el bosque y esos enanos que, todos –grandes y chicos–
lo supieron siempre, se traían algo bien escondido.
Ballena
ballerina
El Bolshoi y el gobierno ruso se encuentran involucrados en un escándalo
de proporciones. Ocurre que el famoso ballet habría echado a Anastasia
Volochkova, una de sus bailarinas más importantes, alegando que “estaba
demasiado pesada como para que sus compañeros masculinos la levantaran”.
El ministro de Trabajo ruso no tuvo, al enterarse de todo el asunto, otro remedio
que exigir su reincorporación, pero reconociendo que la palabra final
pertenece al teatro. A todo esto, Anastasia anda diciendo ante los medios locales
que toda la conversación pública acerca de su peso le resultaba
humillante y “absurdo para el ballet ruso”. Un vocero del Ministerio
de Trabajo insistió en que el despido de la Volochkova violaba la leyes
laborales del país, pero en el Bolshoi contestaron que no habían
cambiado de parecer. Ahora bien, en caso de que el teatro reviera su decisión,
sus autoridades deberían enfrentar un nuevo problema, ya que la bailarina
habría dicho que no retornará al Bolshoi a menos que le den papeles
protagónicos. Hay que entenderla: parece que ahora se cree una verdadera
figura de peso.
El
fin del romanticismo
Ya nadie le regala la Luna a nadie. La idea de reclamar un pedazo del satélite
terrestre no colonizado para sí, autoproclamándose su dueño
y encargándosela a un agente de bienes raíces siderales, no es
nueva, pero cada tanto da lugar a un nuevo “emprendimiento” en el
maravilloso mundo de los negocios inmobiliarios. Esta vez, se trata de un grupo
de martilleros australianos que ofrecen parcelas por precios que oscilan entre
los 40 y los 190 dólares. Lunar Realty, tal el nombre de la inmobiliaria,
atiende en Melbourne y ha comprado los derechos para vender esa tierra con tanto
para ofrecer al emprendedor Dennis Hope, de Nevada, un vivillo que ha estado
acolchando sus arcas con billetes a partir de un momento irrepetible en su vida:
aquella vez que leyó la letra chica de la declaración del Tratado
para el Espacio Exterior de las Naciones Unidas firmado en 1967, según
el cual las naciones no pueden reclamar para ellas ni una porción de
territorio selenita pero que, a la vez, nada dice acerca del derecho de cada
individuo a hacerlo por su cuenta. Bajo el nombre comercial de Lunar Embassy
(Embajada Lunar), Hope lleva 23 años vendiendo porciones de la Luna a
un precio bastante superior al del queso fresco, y hasta ahora cuenta con –dice–
unos dos millones de clientes de 180 países. Uno de los felices compradores
ha declarado que “me pondría muy contento si algún día
pudiera irme a vivir allá. Miro al mundo a nuestro alrededor y creo que
han estado ocurriendo cosas más extrañas”.
Auto-satisfacción
La General Motors acaba de bautizar su nuevo modelo, y ya tiene problemas. Al
menos en el mercado francocanadiense, ya que sus directivos recién se
desayunan con que el nombre de LaCrosse, que habían elegido para su lanzamiento,
tiene en Quebec un segundo sentido, bastante ligado en el habla callejera a
la práctica masturbatoria. No dejará de ser el buick LaCrosse,
al menos en los Estados Unidos, pero el vicedirector de GM, un tal Bob Lutz,
reconoció que deberán hacer el cambio en Canadá sí
o sí, y que no tenía idea del uso coloquial de LaCrosse a pesar
de haber vivido tres años en París. También habrían
desechado, como lema para la campaña publicitaria canadiense, la idea
de que el nuevo modelo está tan bueno que se paga solo.
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