Ducho en las bondades de la provocación, el celebrado artista y activista chino Ai Weiwei –capaz de emular un Gran Hermano, exponer en el penal de Alcatraz o recrear su detención ilegal vía dioramas– accedió a involucrarse con el mundillo de la moda, y entonces la polémica. Ocurre que, para su número de noviembre, la revista fashionista V Magazine tuvo la grata idea de invitar al hombre a realizar una editorial fotográfica y, con el único pedido de que diera rienda suelta a su imaginación, le envió 14 outfits únicos de 14 diseñadores distintos. Valiéndose de un pedestal, amigos y una cámara, Weiwei accionó: lanzó sobre todos y cada uno de los delicados modelitos un tarro de pintura, capturando el preciso instante en que... ¿la pieza quedaba arruinada para siempre? “No sé si es triste o positivo que haya decidido hacer el proyecto de esta manera, pero el resultado es hermoso”, concedió uno de los modistos involucrados, el joven Shaun Samson, cuyo estampado quedó empapado de lila salvaje. Para AW, el asunto es simple: “Echar color en la ropa crea una nueva condición para el diseño, un punto intermedio entre dos ideas en conflicto. La gravedad y la forma se combinan para generar un momento irrepetible. Creo que el acto mismo demuestra mi respeto hacia su creatividad”. Más claro, echale lavandina.