Domingo, 14 de diciembre de 2014 | Hoy
VALE DECIR
Nunca mejor aplicada la frase de Honoré de Balzac que augura “El arte nace en el cerebro y no en el corazón”. Después de todo, en dicho órgano comenzó la serie de fotografías —y posterior libro— Deformados, del artista Adam Voorhees. Ocurre que, de visita en la Universidad de Texas, Estados Unidos, el hombre se topó con un armario lleno de... sorpresas: más de 100 frascos con cerebros “anormales”, de textura y aspecto peculiar, olvidados en un rincón. Puesto a investigar en sociedad con el periodista Alex Hannaford, descubrió que los ejemplares habían sido transferidos tres décadas atrás desde la sala de psiquiatría del Hospital Estatal de Austin. Originalmente eran 200, pero 100 desaparecieron durante su estancia en la facultad (incluido el del asesino múltiple Charles Whitman, estudiante que tiroteó el mencionado campus en 1966 y mató a 16 personas). Sobre los encontrados, cuenta ahora el muchacho: “La mayoría perteneció a pacientes que sufrieron desórdenes que hoy podrían curarse perfectamente. Me sorprende que hayan fallecido en un psiquiátrico y no en una sala de emergencias”. Con todo, sí suma raros especímenes, como aquel con lisencefalia (léase, sin pliegues; lisito, lisito), al que capturó en una colección que —a su cantar— “es luminosa, bella, sin manipulaciones o malinterpretaciones”. Se sabe: hay tantas lecturas como ojos. O cerebros.
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