Domingo, 14 de diciembre de 2014 | Hoy
ANIMACION Disney adapta un poco conocido comic de Marvel en su nueva y deliciosa película, Grandes héroes
Por Mariano Kairuz
Si la orfandad ha sido el gran traccionador dramático de los personajes de Disney y también de alguno que otro de Marvel (¿El Hombre Araña?), en Grandes héroes, la primera película animada de la corporación que capitaliza la adquisición del sello de historietas realizada cinco años atrás, el protagonista, tomado de un poco conocido comic de los ’90, recibe casi desde el comienzo, e intensificado, el golpe de gracia que ha ayudado a consolidar como clásicos a Bambi, El Rey León, Nemo y Frozen. Hiro Hamada es un genio científico de 14 años, habitante de la híbrida y multicultural ciudad de San Fransokio –las calles empinadísimas de San Francisco, el neón y las torres de Tokio– que vive con Tadashi, su hermano mayor, otro prodigio de la ciencia como él, y su tía de rasgos occidentales, que se ha hecho cargo de ambos desde la muerte de sus padres, cuando Hiro tenía tan solo tres años. Al comienzo de Grandes héroes, Hiro (que suena como Hero, héroe en inglés: el título original de film y el comic en que se basa en Big Hero 6) es rescatado de las manos de un matón del sórdido submundo futurista de las riñas robóticas –que recuerdan un poco a la película Gigantes de acero– por su hermano mayor. En pocos minutos, Tadashi se nos revela como su mentor, su referente, algo así como su padre sustituto. Bueno: Tadashi no dura mucho tiempo en la película, y Hiro queda huérfano una vez más. Así son los relatos de iniciación en Disney, incluso cuando se trate de una adaptación de un comic de Marvel.
Pero poco antes de su trágica, violenta muerte, Tadashi le ha presentado a Hiro a los cuatro compañeros junto a quienes trabaja en el laboratorio tecnológico universitario, así como a su mentor (el “creador de las leyes de la robótica”), y a su más importante proyecto: Baymax, un robot destinado a la asistencia médica que no se parece a muchos autómatas previos del cine, sino más bien al muñeco de la gomería Michelin. Un coso blanco, redondo, inflable, de rasgos humanoides y un aspecto general, le dice Tadashi a Hiro, deliberadamente “abrazable”. Baymax es la figura central de todo lo que Disney ha hecho para promocionar su estreno animado del año; algo así como el juguete perfecto. Tras la muerte de Tadashi, Hiro se reencuentra un poco accidentalmente con Baymax, que, experto en tratar el dolor humano, intentará mitigar el de su nuevo amigo, que no es de índole física sino emocional. Entonces, el hermano mayor como padre sustituto, y el robot como hermano mayor sustituto.
Eventualmente, Hiro descubre que la muerte de su hermano no fue accidental, y empieza la aventura: primero entrena a Baymax para la lucha, y luego recluta a los amigos universitarios de Tadashi, quienes recurriendo a sus prodigiosos inventos hi-tech, conforman un equipo de súper héroes. Los seis del título original, contando a Baymax.
La elección de esta historieta de Steven Seagle y Duncan Rouleau (mitad del equipo creativo Man of Action, responsable también de la exitosa serie para chicos Ben 10), que no era siquiera muy conocida entre los empleados de Marvel, tuvo que ver con la necesidad de Disney de trabajar con un material del que pudiera apropiarse sin mayores resistencias de los historietistas ni los fans para adaptarlo a su propio estilo contemporáneo, que aún está en pleno desarrollo desde que John Lasseter –el máximo factotum de Pixar– asumió el mando de Walt Disney Animation unos años atrás. Aunque la estilización de los dibujos animados de Disney pasó a asimilarse bastante a la de su empresa asociada Pixar (Toy Story), ya es posible distinguir una de las estrategias que guiaron los últimos años de la compañía: alternar películas “para nenas”, con nuevas princesas, con películas para varoncitos; una y una. Primero fue Enredados (la de Rapunzel), luego Ralph el demoledor (rara incursión nostálgica en el universo ochentoso de Atari y Nintendo); un año más tarde el suceso descomunal, uno de los más grandes de la historia del estudio, de Frozen: una aventura congelada, y sus hermanas Elsa y Ana; y ahora, de nuevo, una de chaboncitos: animé, superhéroes, supervillanos y explosiones. La segmentación general de sus destinatarios es evidente: de Grandes héroes no van a salir musicales ni muñecas para vestir en la próxima Navidad. Su giro más decididamente moderno pasa por integrar casi a la par personajes de distintos orígenes, etnias y géneros.
El efecto buscado por Lasseter, y los directores Don Hall (director de la última película de Winnie the Pooh y coguionista de La familia del futuro) y Chris Williams (que viene de dirigir Bolt: un perro fuera de serie y de coescribir Las locuras del emperador) es estampar en las nuevas películas animadas de Disney lo que ellos consideran el sello Pixar: el cóctel perfecto de acción y corazón. La intención es clara en Grandes héroes, pero el resultado es demasiado derivativo: las escenas de peleas y de Hiro volando montado en su amigo Baymax son visualmente inspiradas, como siempre, pero el argumento y el villano con máscara de Kabuki y ejército de nano-robots se parecen demasiado a otras situaciones y personajes más o menos genéricos del pelotón de películas de superhéroes que saturaron los cines estos últimos años. Al mismo tiempo, el eje central de la película, que es claramente la relación, la dinámica emocional entre Hiro y su abrazable Baymax, recuerda inevitablemente a Elliott y ET, o al pequeño Hogarth y El Gigante de Hierro, dos obras maestras que empequeñecen cualquier película que intente imitar su espíritu.
La experiencia no deja de ser divertida, con sus disfrutables referencias a los kaiju (los monstruos japoneses), y a los Power Rangers, y el cameo (animado) de Stan Lee, como corresponde a toda película de Marvel. Conviene no llegar tarde a la función, ya que antes de la película se proyecta el corto Festín, muy simpático relato de la amistad de un perro y su hombre, contada a través de su relación con la comida.
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