Domingo, 23 de diciembre de 2007 | Hoy
VALE DECIR
Epidemia: la semana pasada fue la encuesta entre los niñitos españoles que les recomendaban a Papá Noel y a los Reyes cortar un poco las pastas. Apenas unos días después, el fantasma de los tiempos anoréxicos se sigue cargando las navidades: un Santa Claus demasiado delgado se rehúsa a ponerse una almohada bajo su traje de Gordo regalón porque teme “alentar la obesidad infantil”. El tipo no es un joven de la generación de comer y vomitar, sino un octogenario llamado Bill Winton, que cree que como “modelo” para los nenes, un Papá Noel robusto puede resultar más bien dañino, haciéndoles creer que está bien ponerse gordos. De hecho, dice Winton, ya ha comprobado que los niños que se le montan en las rodillas para hacerle sus pedidos de fin de año en el shopping de Westside Plaza, Edimburgo, vienen cada vez más pesados. “Espero que otros papanoeles del país sigan mi ejemplo para que los padres empiecen a tomar conciencia de la alimentación de sus borregos”, dijo, palabras más palabras menos, mientras que Alex Limond, vocero del shopping center, lo secundó: “Es hora de un cambio, y si Santa es un modelo, el cambio debería empezar por su figura”. ¿Jo, jo, jo? Más bien un desinflado ji, ji, ji...
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