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Domingo, 23 de diciembre de 2007

ARTE> CIERRA BELLEZA Y FELICIDAD: ¿EL FIN DE UNA éPOCA?

Nuestros años felices

Un local alquilado en una esquina de Almagro, donde se exponen obras de arte, pero donde también se hacen y se venden, se escribe y se edita, se organizan eventos, lecturas de poesía, fiestas e instalaciones: todo eso significó Belleza y Felicidad. Ahora, por un contrato de alquiler sin renovación, ese local cierra y su futuro es incierto. Puede ser que el año que viene encuentren otro, pero mientras por qué no recorrer la historia de ese lugar emblemático donde se conjuró el espíritu de la última década de la escena artística y poética de Buenos Aires.

 Por Leopoldo Estol

¿Vamos a Belleza? Un mensajito, un post, un mensaje en el contestador, una invitación hecha al pasar por un amigo. Sí. Vamos a Belleza y Felicidad. Pero, ¿cómo es que esas dos tan singulares palabras repetidas una y otra vez por amigos de amigos se escaparon del diccionario y con la velocidad de lo cotidiano se convirtieron en un lugar? Un espacio de lecturas, de hacer y ver muestras, de pequeños íntimos recitales, de festividades de una tarde, de noches en la vereda en palabra clave cofradía? Habría que empezar por dos señoritas que van a bailar a finales de los ’90: Fernanda Laguna y Cecilia Pavón. Un barrio de casas y locales: Almagro. Sus dos principales campos de acción: el arte y la poesía. Ahora sí, un nombre, un espíritu: Belleza y Felicidad. Se trata de una de las cuatro esquinas del cruce entre Guardia Vieja y Acuña de Figueroa. Ahí está hoy. Pero lo que motiva esta nota es contar un poco de todo lo que pasó en ese lugar por su incierto futuro, ya que estos días de diciembre que huyen serán los últimos días de esa esquina, sin contrato de alquiler renovado y con algo de vocación desde siempre para estar todo el tiempo que sea necesario a la deriva.

Belleza y Felicidad se despide de su local en Almagro. En estos días hay obras múltiples para ver.

¿Cómo empezó Belleza? “Era como si escribiéramos una historia y en la historia fueran apareciendo todas las cosas que entraban por la puerta. Una a una. Todas las cosas de la librería, las pinturas, las fotos, las caras, las palabras, las músicas. Yo le di un librito mío a Arturo Carrera y él se lo pasó a Cecilia y a Gabriela Bejerman. En un momento había gente que decía que yo no existía, que era una mentira. Entonces, le llevé otro libro, Triste, Cecilia lo leyó, le gustó y nos hicimos amigas. Pero, ¿viste cuando te hacés amigo de alguien y la amistad es hacer cosas? Charlábamos, escribíamos poemas, editábamos cosas de otros, pensábamos en muestras, toda la relación se basaba en hacer algo juntas. Antes de Belleza, hicimos una muestra en Juana de Arco, la inauguración era a las 7, nosotras llegamos a las 6 y media a colgar. Hicimos en café París unos eventos en bikini y empezamos con baldes a tirar agua. Todo como fantasía. Entonces, pensamos en abrir un local.”

Dice Cecilia: “Lo de la esquina fue increíble: fue el único lugar que vimos y ese mismo día decidimos alquilarlo. Esto es muy significativo de lo que fue en general el ánimo de esa época. Era todo como un juego. Teníamos algo de plata ahorrada y dijimos: abramos un local, si dura un mes no importa, hagámoslo para divertirnos. Siempre fue así, un juego”. Cecilia tenía una laptop: al mediodía escribían y a la tarde lo editaban, lo imprimían y fotocopiaban. Sigue Fernanda: “Ibamos todo el tiempo a la fotocopiadora. Sacábamos varios libros por semana. Por eso yo decía: antes los libros eran nuestro fotolog. Porque lo que pasaba ese día se convertía en algo: la estufa no andaba y escribíamos algo de la estufa. Escribíamos y después lo distribuíamos”.

Fernanda: “En el ’99, no había muchos lugares de exposición y mostrar era una carrera de obstáculos o de medallas. Demasiados concursos y muy pocas muestras individuales. La movida de la poesía en cambio era muy fuerte, estaban Cucurto, Duran... Había muchas movidas al mismo tiempo. Ir a ver un recital de poesía era como ver un recital de rock: el público gritaba; una vez, no me acuerdo dónde, entraron a un salón dos poetas en una moto. La poesía era algo. Después, para mí, se unió con las artes visuales y le dio otra dimensión. Yo creo que el arte estaba muy aislado. Con la poesía pasó algo fascinante. Con Belleza todo se unió y se hizo más cercano a la calle porque era un local. Estaba ahí”. Cecilia: “Pero tal vez lo más importante es una sensibilidad que no quería encerrarse en nada fijo como las ‘artes visuales’ o la ‘literatura’ y concebía a la poesía como una actitud más allá del género artístico”.

Las fotos del Proyecto Tosto, colectivo de fotógrafos bajo la curaduría de Guillermo Ueno.

Sí, una mezcla inédita de problemas y maravillas del arte y la poesía, mucha energía y un local perdido en el medio de Buenos Aires. Lejos del circuito tradicional de arte, más accesible a la casualidad. Poetas que miran artistas y artistas que escuchan poetas y una distancia que de a poco deja de ser. Los hijos de Belleza y Felicidad son poetas y artistas en igual medida cuidando la palabra y las cosas. Fernanda: “Las galerías tienen algo que repele: físicamente te echan. ¿Dónde me siento? ¿Cómo estar? Podés tener comodidad mental para ver algo pero físicamente estás siempre incómodo.”

Por eso el local en Almagro fue decisivo: el respeto hacia las paredes blancas y la exagerada calma del cubo blanco fue algo que nunca llegó ahí. En un momento de la tarde Cecilia se fue y siguió Fernanda: “Que esté ahí es importante, que sea un local. Como un maxikiosco. Que esté en el rubro comercial. Siempre me gusta pensar que el local es una pantalla. Se venden libros, regalos, es galería, pero hay algo que se escapa, que sucede como si fuera en el salón de atrás... Y genera algo íntimo”.

Las remeras de Pinola, a la venta. Los meteoritos y la cueva de Adrián Villar Rojas, de su obra 15.000 años nuevos.

Imposible hacer una estadística, un gráfico, contar todas las cosas que les pasaron a las personas ahí. ¡Y ni hablar de todas las cosas que les pasaron a esas paredes! Un festival de la fotocopia, un darkroom, un huracán, una escuelita de arte contemporáneo, una colonia de vacaciones, infinitos minirrecitales, pinturas, fotos, dibujos y lecturas de poesía, todo junto se guarda en la memoria de esas paredes. Un espacio de culto a otros tiempos, que empezó como una regalería-librería-artística y rápidamente se convirtió en una agitada esquina de muestras que cuidó y acompañó todos los sábados por la tarde a una generación de miradas y voces. De la historia reciente de esta ciudad, es difícil encontrar otro espacio con paredes tan felices como las de este local.

“A mí un artista me dice de poner la computadora adentro de una tumba llena de tierra y digo ¿por qué no? ¿Vamos a perdernos de estar en una tumba llena de tierra con luz negra y una computadora? (Risas) Para mí la propuesta del otro es un regalo. Vivir algo que nunca se me hubiese ocurrido. Tenés la posibilidad de vivir algo nuevo, ¿vamos a perdernos esa posibilidad?”.

Todo lo bello se parece a vos, obra de Mariela Scafati.

Como el estado actual de la sala: ahí se siente el vértigo de todas las muestras acontecidas en nueve años. Las últimas siete se han sucedido unas sobre otras sin reparar en blancos ni en la más mínima etiqueta. En una comunidad de singularidades revueltas, en la sala conviven mochilas, pins y remeras que confiesan su fanatismo hacia artistas de esta misma ciudad; comidas compuestas como misteriosos paisajes; un árbol de bolsas y deseos crece en la pared; confesiones en hojas A4 pegadas en la ventana miran la calle; dos grandes tumbas cavernas con minipaisajes que brillan en la oscuridad; unas estanterías llenas de curiosidades para regalar; y la librería más vasta de poesía y escritura de pequeña edición. Todo esto junto, a escasos centímetros todo de todo. Por si fuera poco, hace algunos sábados el lugar estuvo repleto de zombis especialmente lookeados para la ocasión con ánimo de inauguración. Gastón Pérsico dijo en voz alta: “¡Imagínate que alguien entra hoy por primera vez en su vida a Belleza y no sabe nada y es esto!”. Todo ese caos de cosas-zombis-palabras-imágenes-sentimientos. Una primera vez. Y quizás el arte sea esa búsqueda diaria de la primera vez. Un lugar, un momento, en donde todo pareciera estar hecho para un instante de inocencia total. Y ahí arremete Fernanda: “El lema del verano es dejá que la vida te sorprenda”.

La sorpresa de llegar y ver todas las cosas siempre ordenadas de una manera distinta, de ver las cosas siempre desde una arista distinta. “Las inauguraciones son una cosa maravillosa y es tan simple agarrar una cosa y ponerla en otro lado. La relación entre las personas puede ser tan simple. Decir: Te voy regalar todo este árbol. A veces voy por la calle y digo: A mí no me alcanza esto, necesito príncipes, princesas... También gente trabajando, ¡pero no me alcanza! Quiero fantasía. Porque lo intelectual es una cosa pero lo físico es muy otra. Y la poesía viene de una experiencia corporal. Necesitas sentir, ver, necesitás los ojos. Por eso, cuando hacés arte o escribís: hablale a una persona. Con eso transformás el resto. Parece imposible mejorar el mundo de a una persona. Pero, a la vez, es la escala humana.”

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