Domingo, 11 de julio de 2010 | Hoy
VALE DECIR
No importa dónde haya estado Herbert Walden, de 74 años. No importa la vida que haya llevado, los paisajes que haya conocido; al final lo que importa es cómo terminó.
La agencia de noticias AP cuenta que Herbert murió de un ataque cardíaco en su casa de Albion en Pennsylvania, Estados Unidos. Vivía con su madre de 94 años, que dependía completamente de él. Tan es así que, poco después del deceso de su hijo, Jane Walden también se murió pero de deshidratación: su casa no tenía agua corriente.
La muerte se los llevó a todos, inclusive a cuatro gatos y un perro que decidieron acompañarlos en el viaje. Sobrevivieron doce felinos más que, llevados por la desesperación o quizás en un ritual funerario incomprensible, empezaron a comerse el pie de Herbert.
Voluntarios de la asociación protectora de animales rescataron a los animalitos. ¿Quién querrá adoptarlos, ahora que probaron la carne humana? Pobre Herbert, pobre Jane: no importa cómo hayan sido sus vidas, al final terminaron solos, comidos por los gatos, una muerte privada como sus últimos días.
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