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Domingo, 26 de diciembre de 2010

VALE DECIR

Praga do rosa

El pletismógrafo penil es un invento checoslovaco: el ingenioso aparatito se le ocurrió a Kurt Freund en los años ‘50 y permite medir cambios en el volumen del pene; dicho en otras palabras, es un medidor de excitación sexual para cuando otros métodos más directos no están bien vistos.

Haciendo honor al invento de su ciudadano ilustre, la República Checa es la única que hace pasar por un test a los inmigrantes que podrían ser gays. Los enchufan al aparatito, les pasan películas porno homosexuales y los mandan de vuelta a casa si resulta que se excitan.

La historia del pletismógrafo estuvo siempre signada por la persecución. Freund lo inventó porque en los ‘50 la homosexualidad estaba penada en Checoslovaquia y medir el volumen peneano daba mejores resultados que un cuestionario. Al día de hoy se utiliza en algunos campamentos cristianos de Estados Unidos en los que tratan de curar la homosexualidad.

Todo esto salió a la luz recientemente porque una corte alemana no quiso deportar a un iraní a la República Checa; sabían que sería sometido al “test de homosexualidad” y era justamente por eso que el ciudadano iraní estaba pidiendo asilo.

Según la BBC, la Unión Europea ahora está pidiendo formalmente que la práctica se termine. El vocero del Ministerio del Interior, Pavel Novak, dice que no es para tanto: que apenas lo usaron diez veces y siempre en presencia de un médico.

Dicho sea de paso, existe también el fotopletismógrafo vaginal, que mide la irrigación sanguínea para determinar el nivel de excitación en las mujeres. Ya sea porque no es un invento checo o porque las mujeres gays para los checos no existen, este test de homosexualidad se les aplica solamente a los hombres.

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