Domingo, 3 de julio de 2011 | Hoy
VALE DECIR
El autor e historiador Christian Adam se hizo una pregunta que devino estudio: ¿qué leían los alemanes durante la era nazi? En busca de la respuesta perdida, el hombre se topó con 350 best-sellers que rankearon alto en los 12 años de existencia del Tercer Reich. A los evidentes El mito del siglo XX, de Alfred Rosenberg, y Mein Kampf, de Adolf Hitler (encabezando la lista), se sumaba una amplia gama de novelas rosa para el ama de casa, títulos detectivescos y de ciencia ficción, libros de chistes o publicaciones vinculadas a los programas de radio de moda. Lo habitual para una época de altísimos controles. Sin embargo, entre todos, había uno que llamó la atención de Adam al punto de que fue el impulsor de su reedición. ¿Cuál? Pues, El hombre y el sol, de Hans Surén, que en su momento se valió de su categoría de “culto al cuerpo característico de la ideología nazi” para llegar a las librerías. Su contenido homoerótico consistía en una colección de fotos de desnudos con alabanza lírica al cuerpo masculino, poses de yoga y esquí sin ropa. “Podría haber sido precursor de la revolución sexual y de la cultura del cuerpo libre de los ‘60 si no hubiese sido descaradamente racista”, explicó Adam sobre la publicación, cuya primera edición data de 1924, aunque se siguió imprimiendo hasta que la guerra impidió la actividad.
En un prólogo de 1936 —cuando El hombre y el sol ya había vendido 80 mil números—, se muestra cómo el libro era recomendado por la Oficina para la Política Racial, en tanto sus imágenes eran vistas como expresión de “la salud de la raza”. La propia revista de las SS Das Schwarze Korps le daba el visto bueno: “Queremos una afirmación fuerte y alegre de las sensaciones del cuerpo, muy necesarias para la construcción de una sexualidad firme y confiada de nuestros jóvenes”, anunciaba en un editorial. “Si eso servía al deseo voyeur del lector, estaba aceptado”, aseguró Adam. Y agrega: “Hoy en día, su contenido sería fácilmente clasificable como homosexual, pero entonces ese nivel de significación no afloraba a la superficie”.
El libro, sin duda, contrasta con los hechos: en 1933, los nazis comenzaron la deportación de gays a los campos de concentración; entraron al Instituto para la Ciencia Sexual de Berlín y quemaron más de 12 mil títulos y 35 mil imágenes por “degeneradas”; cerraron clubes; prohibieron publicaciones; armaron listas negras, modificaron el Código Penal para reglamentar la persecución. Pero a El hombre y el sol lo seguían leyendo. Y mirando.
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