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Mientras la salud en la Ciudad de Buenos Aires continúa dando que hablar (“abandono”, “colapso” y “vaciamiento de servicios” son algunas de las ideas que revolotean entre los profesionales del parado Hospital Gutiérrez este invierno, por citar sólo un ejemplo), del otro lado del gran charco una institución médica británica muestra que atar con alambre no es monopolio local. Es que en el área de esparcimiento del centro médico Cardiff Royal Infirmary, en Gales, a falta de sistema de alarma para los enfermos, se dispuso de ¡panderetas! para que los pacientes ancianos llamasen a las enfermeras.

Al parecer, el espacio estaba muy lejos para que los gritos se escuchasen... Y el “Silencio, Hospital” allí no vale un cuarto de libra. “Es ridículo. Son un grupo de jubilados, no los Monkees o Mick Jagger”, se indignó un pariente. Para empeorar el panorama, no sólo de percusión se valieron estos galeses; también manejaban maracas (en caso que la pandereta estuviese ocupada, valga la aclaración).

Para el director del consejo comunitario de salud de Cardiff y Vale of Glamorgan, Steve Allen, “no sólo se trata de un hecho inapropiado sino que es absolutamente inaceptable”. La pregunta de todos fue la misma: ¿dónde quedó la dignidad? Para colmo de males, el familiar de una enferma de 90 años probó el sistema y, después de 16 minutos tocando la pandereta, nadie apareció.

Frente al llamado de atención (pública), la directora de enfermería, Ruth Walker, pidió disculpas. “Fue una medida bienintencionada. Queríamos que los pacientes hicieran el mejor uso posible de la sala diaria como parte de su recuperación y, a la vez, disponer de un llamado de ayuda en caso de que el staff no estuviera cerca”, explicó la mujer, que ya prepara la instalación de un timbre para emergencias. Lastimosamente, siguió hablando: “Antes teníamos una campana de mano pero era demasiado pesada para algunos internos; por eso buscamos la alternativa de la pandereta. Tristemente, no fue lo apropiado”. Ruth, no aclares que oscurece.