Domingo, 13 de mayo de 2012 | Hoy
VALE DECIR
Mal que les pese a los defensores de las buenas maneras y costumbres, un estudio de la Universidad de Keele, en Staffordshire, Inglaterra, informa que decir malas palabras no sólo sería positivo sino sensato al momento de atravesar situaciones que implican dolor corporal. Al parecer, además de las conocidas funciones de catarsis y ofensa al otro, las injurias o puteadas permiten soportar las molestias durante períodos de tiempo hasta un 50 por ciento más largos, reducen el malestar y generan alivio físico y anímico.
La investigación que descubre el poder analgésico de maldecir fue una idea del doctor Richard Stephens y surgió cuando el hombre se golpeó el pulgar con un martillo en su casa y gritó ¡eureka! El y su equipo pergeñaron un experimento para el que reclutaron a 64 voluntarios, en el que a todos se les pidió lo mismo: sumergir la mano en agua helada durante el mayor tiempo posible y, en el proceso, repetir una palabrota. Luego, repetir la acción sin improperios, con palabras “comunes”.
El resultado fue sorpresivo: en promedio, mientras insultaban, podían aguantar dos minutos de frío intenso; cuando no, apenas 1 minuto y 15 segundos. Además, los participantes aseguraron sentir menos dolor mientras decían groserías. Aunque los investigadores aún no tienen el porqué del vínculo, han arriesgado una hipótesis al registrar un aumento en la frecuencia cardíaca de los “mal hablados” y es que, al putear, sube su nivel de agresividad, restando importancia a la debilidad, haciendo mejor frente a la amenaza.
Sobre su descubrimiento, Stephens dijo que también explicaría la razón por la que la gente maldice desde hace siglos. Y aclaró que, si se quiere sacar provecho de su efecto terapéutico, hay que hacerlo lo menos posible “para que no pierda su ligazón emocional”.
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