Domingo, 13 de mayo de 2012 | Hoy
MúSICA > ARIEL ROT HABLA DE SUS CANCIONES ANTES DE GIRAR POR ARGENTINA
Un micrófono, un piano y varias guitarras: ésa es la escenografía del concierto en solitario que viene presentando Ariel Rot, y con el que recorre una historia que comenzó en España con el grupo Tequila y que desembocó en una fallida primera etapa solista que lo trajo de regreso a Buenos Aires, donde se hizo compinche de Andrés Calamaro. Juntos conquistaron el éxito con Los Rodríguez, y una complicada separación lo obligó a regresar al camino solista, en el que cada vez se siente más cómodo. Solo pero no acústico, Rot repasa esa ruta en sus shows, y también para Radar, a través de diez temas incluidos en la lista de canciones con las que vuelve a visitar Argentina.
Por Ariel Rot
Es el tema que hizo que me reencontrase con Argentina, y al mismo tiempo destrozó mi carrera en España. Porque ese debut como solista fue algo así como un suicidio comercial. Pero si mencionás el tema en Argentina, no hay uno que no se sepa la letra. La escribí en un momento oscuro para mí, el del aterrizaje luego del subidón de Tequila. Era una época tóxica, en España los ’80 fueron muy bravos en ese sentido. Y yo de repente empecé a descubrir otro tipo de texto, me empecé a interesar por primera vez por los autores malditos, como Jean Cocteau o Thomas de Quincey, saliendo del imaginario rocker juvenil un poco tópico, como era Tequila. Pero lo que me dio la idea, en realidad, fue una canción de Frank Sinatra que se llama “Downtown”. De ahí empecé a tirar del hilo. Fue un camino algo sinuoso, pero que finalmente me sirvió para describir bastante claramente, para la edad que tenía y lo inexperto que era, mi estado de ánimo. Es un tema raro para cantar, porque prácticamente no tiene melodía. En una época lo retomé con banda, y lo hacíamos en una especie de bossa-lounge, algo más jazzero. Ahora le descubrí una onda más blusera, un shuffle a lo John Lee Hooker. La quiero tocar en esta gira, es un buen momento para rescatarla
Hubo un último disco de Tequila que nunca se llegó a hacer, un proyecto en medio del cual nos separamos. Era un álbum raro, porque había canciones mías que Alejo Stivel, la voz del grupo, no quería cantar. Así que tenía que encargarme de cantarlas. Y entonces ya no sonaba muy Tequila, por eso ese disco nunca sucedió. Varios de esos temas terminaron en Debajo del puente, y “Peces” es uno de ellos. Además fue mi primera letra, pero también prenunció un estilo. Porque, aunque la producción de ese disco suicida que propició miradas extrañas está llena de teclados, si la toco en guitarra se convierte en un buen medio tiempo, un buen “Vicios caros” o “Geishas en Madrid”. Es un patrón que al final me marcó el camino, y se repite en casi todos mis discos.
De los ’50 no se puede hablar con melancolía, sino que tenés que referirte a ellos con humor. Esta canción viene de que todo el mundo piensa que a los 40 es cuando te tenés que empezar a cuidar, pero eso a mí no me pasaba. Me duró muchísimo más tiempo. Tanto que llegué a pensar que yo no iba a envejecer, que eso era algo que le pasaba a gente con mala suerte, que yo estaba inmunizado. Pero en un momento los síntomas empezaron a ser claros y evidentes, y entonces empezó el periplo por farsantes, métodos, oficios y productos de extraña procedencia pasa disminuir, aliviar, frenar, el hecho de cumplir años. Así que se me ocurrió hacer una lista de los sitios por los que había pasado, porque como ese personaje de Alice, la película de Woody Allen, me obsesioné con el tema. De eso habla la canción, que terminé de componer en una jam con los Pereza, Rubén y Leiva. Los invité a grabar el demo, pero en realidad yo iba a componerla, porque sólo tenía más o menos armado el concepto. Me puse la letra delante y empezamos a tocar, siempre pensando que después la grababa con Pete Thomas. Pero no. Leiva es un excelente baterista, y esa primera toma se ganó su sitio por derecho propio. Y la crisis de los 40 no la pasé tomando absenta, como dice la letra. Sino que la pasé tomando de todo.
Es uno de mis temas más serios. Lo compuse uno días antes de cumplir 40 años. Por eso hablo ahí de que estoy en el medio de la vida, si hay suerte tal vez. No tenía presente esa frase, pero después tomé conciencia al leérsela a Rodrigo Fresán, que la repite mucho. Ese momento en que te das cuenta de que es más el tiempo que viviste que el que te queda por vivir. Cada vez que lo pienso me da escalofríos. Y si eso lo sentía a los 40, ahora ni hablar. Pero es una canción que cobró intensidad con el paso del tiempo, creo que recién cuando empecé a tocarla en versión acústica. Pero en el show la hago al piano, porque sin el trío acompañándome, sólo con la acústica, no le terminaba de encontrar la vuelta. Pero al tocarla al piano se convirtió en un momento muy emotivo, tan hondo que a veces incluso me da cierto pudor.
Yo tenía mi segundo disco listo, pero cuando se lo presenté a la discográfica me dijeron que de ninguna manera me lo iban a grabar. Porque aunque ya incluía otros estilos, incluso algo de soul, el sonido todavía tenía algo del anterior, con temas dark. La gente de Zafiro insistía con que tenía que componer algún tema potente. Así que lo llamé a Sergio Makaroff, que vivía en Barcelona, y se tiró dos semanas en Madrid, viviendo conmigo y mi novia de por entonces. Trabajamos sobre las dos músicas que tenía, que luego serían “Sacrificio” y “Sin saber qué decir”, pero no me convencía nada de lo que me mostraba Sergio. En medio de todo eso me terminé separando de mi novia, y la noche que con Sergio nos quedamos solos, botella de whisky de por medio, me insistía que teníamos que escribir sobre lo que estaba pasando, y yo le decía que no me gustaba hablar de esas cosas. Pero fue esa noche que terminamos sacando adelante tanto “Sacrificio” como “Sin saber qué decir”, que es la historia real de lo que sucedió durante esas dos semanas, una historia que Sergio vivió en primera fila. Ya en Buenos Aires, cuando Andrés Calamaro la escuchó dijo que quería tocarla, y ahí fue que la llevamos a lo que fue primero el sonido de su banda, y luego Los Rodríguez.
Cuando yo era muy crío, no debería tener más de diez años, recuerdo que en mi casa ensayaba a veces el Cuarteto Cedrón. Eran amigos de mi viejo, e incluso él les editó ese disco increíble que es Los ladrones, y yo los adoraba. No sé si terminaba de entender los textos del todo, pero se ve que ahí quedaron. En algún viaje de regreso me volví a comprar ese disco, y volví a escucharlos. De hecho, llegué a versionar ya como solista “Eche veinte centavos en la ranura”. Y este tema se me apareció por ahí, escuchando la “Milonga de la ganzúa” salió lo de la “Milonga del marinero y el capitán”. La compuse al piano, y cuando la llevé al local de ensayo de Los Rodríguez, Germán y Dani inmediatamente la llevaron a un lugar entre la rumba y el rockabilly, que en cierto modo era un sello del grupo. Como ese último disco de Los Rodríguez fue algo bastante complicado, Alfonso de Dro tuvo que hacer uso de su muñeca política para que nadie saliera demasiado herido. Para Andrés –es cierto– fue toda una novedad que el primer simple fuese un tema mío. Pero no llegó a haber lío por eso, apenas si hubo presión. Eso sí, es un tema que nunca he dejado de cantar, para este show lo he vuelto a tocar en piano, y siempre es el último tema. Después de la “Milonga”... pongan música.
Para esto que ahora estoy haciendo es lindo tener un tema con un groove así, para tocar sólo con la eléctrica, medio funky. Le da como otro color al show. Tiene letra de Makaroff, y es un tema de Hablando solo, el primer solista luego de la separación de Los Rodríguez, que grabé con los Attractions. Pero lo gracioso es que con este tema me entró el síndrome del demo, porque no me gustaba cómo sonaba en el estudio. Así que me hice traer mi adat de 4 pistas, para que Pete Thomas le tocara encima. Por eso es que el bajo que se escucha en el disco es el que grabé yo en casa. Hacer ese disco fue un placer, aunque cantarlo fue difícil, porque todavía estaba muy verde. Pero ir al estudio con los Attractions yo creo que fue un regalo por lo duro que había sido llegar hasta ahí. Por la separación de Los Rodríguez justo cuando todo empezaba a tener viento a favor, con Andrés gestionando su carrera solista e incluso componiendo sus canciones mientras estábamos grabando. Y después, por mis inseguridades. Porque, además de tener presente el fracaso de Debajo del puente, yo soy guitarrista de cuna, ése siempre fue mi lugar natural. Tuve que luchar contra natura para poder seguir adelante solo, fue algo muy duro. Pero menos mal que sucedió.
Me hace gracia porque en España puede ser el nombre de una mujer. Pero más que nombre es una condena. La canción juega un poco con eso, con algo efímero, que nunca terminás de atrapar. La podés querer para siempre, pero ella viene y se va. Una mujer o una droga, con su euforia y su bajón. Pero ahora confieso que pienso en “Felicidad”, y recuerdo inmediatamente a la madre de los Panero, que se llamaba así. Era una mujer tremendamente nostálgica, melancólica, rodeada de esa clase de atmósfera. La recuerdo porque volví a ver El desencanto, de Jaime Chavarri, que cuenta la historia de los Panero. El padre era el poeta del franquismo, amigo íntimo de Franco y una superestrella. Pero le salieron tres hijos que siguieron por otro camino. A Leopoldo, poeta maldito, lo metió en un manicomio a los 19 años por fumar marihuana. Esa familia es el desencanto, digamos. Lo raro de esta historia es que, apenas llegamos a España con Alejo, todos nos decían que teníamos que ver la película. Así que fuimos, y unos días después nos cruzamos con Leopoldo por la calle, que nos saludó. Quería ligar con nosotros, vaya uno a saber. Pero terminamos en su casa, donde nos regaló libros, y conocimos a su madre..., ¡nos metimos en la película! Fue un momento alucinante.
Frank Sinatra estaba siempre presente con Los Rodríguez, era algo así como nuestro Pugliese. La culpa la tuvo Dani Zamora, nuestro bajista, que era el tipo que más sabía de Sinatra que yo conocí en mi vida. Yo no escucho música, yo escucho Sinatra, me decía. Como Andrés también se enganchó mucho, Frank se transformó en nuestro icono. Por eso le hablo a él en la canción, que habla del momento en que los programas de concursos musicales copan los medios, que se divorcian para siempre del rock serio. Algo que marcó una gran diferencia entre el arte y el entretenimiento, lo que por un lado fue una putada, porque hubo que volver a pensar cómo difundir nuestra música. Pero por el otro lado fue un gran honor haber sido expulsado de ese club. Es un tema que compuse mientras buscaba piso, porque la familia había crecido y dejamos la casa de tres balcones de la canción para pasar a una más grande. Iba con mi libreta, con las opciones de piso, y mientras tanto anotaba frases. Es un tema que hago en el show sólo con la guitarra Grestch, como un Brian Seltzer porteño.
Está en la lista porque es la que tengo más aprendida de las canciones nuevas que vengo componiendo y registrando en este formato: con la voz y un instrumento, grabados al mismo tiempo. Es que después de tantos años haciendo esas grabaciones en las que inventaba los arreglos de otros músicos, y sufrir cada tanto el síndrome del demo, decidí que vengan los músicos y toquen, no obligarlos más a tocar lo que te imaginaste. “La huesuda” creo que es la más fuerte de las que ya tengo, es una canción bien humorística. Una especie de corrido mexicano sobre la seducción de una bella dama, a la que no te podés resistir, aunque te cueste la vida ligártela. Pero hay más. Cuando los shows son menos comprometidos, incorporo otros temas, así los pruebo y los termino de aprender. Ya tengo una balada también: “Para escribir otro final”. Me parece que podría seguir la tradición de clásicos como “Me estás atrapando otra vez”, que no está en la lista. Pero si me la piden la toco, no tengo ningún problema. Es lo bueno de un show como éste, que lo puedo reinventar todo el tiempo porque no tengo que juntarme a ensayar con nadie.
Ariel Rot presenta su show Solo Rot el viernes en La Plata (La Trastienda), el sábado en Rosario (Teatro Lavardén), el viernes 25 en el Mendoza (Teatro Independencia) y el domingo 27 en Buenos Aires (La Trastienda).
Testimonio recogido por Martín Pérez
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