Domingo, 3 de junio de 2012 | Hoy
VALE DECIR
Cuenta el cuento que, en 1284, la ciudad alemana de Hamelín estaba tan pero tan infestada de ratas que los aldeanos aceptaron los servicios de un flautista que, a cambio de un dinerito, tocó una melodía, cautivó a los roedores y los llevó hasta el río Weser, donde se ahogaron. El problema vino después, cuando los germanos se negaron a pagar y el flautista estafado pergeñó una venganza. Según la leyenda documentada por los Hermanos Grimm, el hombre volvió ese 26 de junio, tocó y hechizó a los niños del pueblo, que también lo siguieron y no regresaron a sus hogares. Al menos, hasta que sus padres pagaron la deuda pendiente.
Aunque hayan pasado más de ocho siglos, la historia, harto conocida, parece perseguir al pueblo situado en la Baja Sajonia alemana. No sólo sus habitantes están teniendo hoy problemas con la sobrepoblación de ratas sino que, según las autoridades locales, la culpa de esta invasión sería... del flautista. Ocurre que los turistas visitan el lugar para recordar la fábula del músico y, sucios ellos, tiran restos de comida para alimentar pájaros. Las aves, sin embargo, no picotean todo y entonces llegan las ratas para terminan el trabajo.
¿El mito se retroalimenta? Lo cierto es que una de las fuentes céntricas de Hamelín ha dejado de operar (los ratones mordisquearon los cables de electricidad que le daban energía) y todos culpan a la plaga. Y a los turistas. Y a la fábula. “La tubería está rota y la fuente es particularmente difícil de mantener”, expresó un frustrado Weser Zeitug, del gobierno local. No es la primera vez que tienen que lidiar con el inconveniente; en 2008, sobras de basura y comida abandonadas en un campo de las afueras del pueblo hicieron del lugar un paraíso roedor.
El problema, sin embargo, es que ningún flautista se ha apuntado para solucionar los inconvenientes actuales. Será, como comenta Stephen Evans –corresponsal de la BBC en Berlín–, porque saben que el pueblo paga mal. Cuando paga.
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