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Algunos niños celebran sus cumpleaños en locales de comida rápida, pistas de patinaje, peloteros o fiestas privadas con payasos y trucos de magia. El club de tiro Gun Range Eagle, en Lewisville, Texas, no apunta a esos niños; apunta a otros, menos inofensivos. Es que, según anunció recientemente, el lugar de “entretenimiento” sumará a sus servicios dos salas para que pequeños mayores de ocho años festejen allí su natalicio y, aunque no avisa si habrá globos, sí asegura que cada menor podrá disparar armas reales y “jugar” al tiro al blanco.

“El límite es de ocho años porque los jóvenes tienen que ser suficientemente altos para alcanzar la mesa de tiro”, explicó el pragmático dueño de las instalaciones, David Prince. Y para tranquilizar a padres inquietados por la posibilidad de que sus hijos sean invitados por un amiguito, avisó: “Nunca estarán sin vigilancia. Si no hay suficientes padres, siempre habrá un oficial de seguridad del polígono para mostrarles cómo apretar el gatillo de manera segura”. Mucho mejor, ¿cierto?

Según informes locales, la mayoría de los vecinos ha recibido bastante bien la idea (es, después de todo, Texas), aunque ya se registran algunas excepciones. La madre de dos niños y ciudadana del Lewisville Dawn McMullan, por ejemplo, expresó estar “muy nerviosa” por la propuesta. “En esa etapa de desarrollo, con sólo ocho años, difícilmente puedan distinguir lo que es un juego de lo que es la realidad. Contextualizar el disparo en un ambiente de fiesta, en un espacio lúdico, es no respetar el arma de fuego como se debe”, comentó la mujer.

Prince, de más está aclarar, no concuerda con ella. Para él, lo que su Gun Range Eagle brinda es —justamente— respeto y educación sobre el uso de pistolas. “Es un derecho y un privilegio portar y disparar armas. Pero hacerlo con responsabilidad implica saber hacerlo bien.” Lógico, entonces, que enseñe a niños de ocho. Porque pistoleros que recién aprendieron a dividir es justo lo que Estados Unidos y el mundo necesitan.